Nadie rescató a los muertos en Santurtzi
Apenas unas horas después del trágico incendio de Santurtzi, que costó la vida a dos personas, el alcalde de la localidad, algunos vecinos y la mayoría de los medios optaron por poner el foco sobre cuestiones como la titularidad del inmueble abandonado y sobre hechos como la existencia o no de desalojos previos de los «sin techo» que pernoctaban allí. Algo similar ocurrió la pasada semana con el incendio de la calle Miracruz del barrio de Gros, en Donostia. Pero reducir la cuestión a debates como éstos resulta tan absurdo como echar la culpa al fuego o a la mala suerte. El instinto de supervivencia humana dicta que quien carece de hogar tiene que buscarse un techo, y quien pasa frío intenta paliarlo como sea. Una realidad que no se evita con veinte desalojos policiales ni con pleitos burócraticos para forzar derribos.
Lamentablemente, el de Santurtzi no es un drama aislado, sino concatenado con otros recientes. Tampoco resulta exclusivo de Euskal Herria: tragedias similares se han producido estas semanas en París o en Praga. A los dos jóvenes que perdieron la vida en un restaurante abandonado de Santurtzi no les ha matado el propietario, ni el fuego, ni el azar. Les ha herido la crisis y les ha matado un diseño de afrontarla que está preparado para rescatar bancos pero no para rescatar personas.