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Crónica | Jornadas de risoterapia

Una invitación a reírse desde la cabeza a los pies

Hay quien define al ser humano como el animal que ríe. Los niños ríen unas doscientas veces al día. Lástima que de adultos sólo lo hagamos quince o veinte, en el más optimista de los casos. En Bilbo, esta semana, reirse es gratis. Sólo hay que intentarlo.

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Joseba VIVANCO

«Venimos con paraguas, pero con alegría». Así se presenta una mujer al entrar en el local de exposiciones de la céntrica estación de Abando mientras saluda -¡Cómo no!- con un abrazo y una sonrisa a Paco, uno de los organizadores de las primeras jornadas de puertas abiertas de risoterapia que se celebran en la capital bilbaina. Son las diez de la mañana y la megafonía resuena avisando de las partidas de los trenes, mientras gente anónima sube y baja, va y viene con prisa, absorta en sus pensamientos, dominada por los horarios de salidas y llegadas del último convoy de pasajeros. Allí mismo, casi inadvertido, un grupo de personas de muy diferentes edades se para para saludarse, darse dos besos y regalarse una amplia sonrisa.

Es una de las metáforas de la vida, porque ellos no quieren perder el tren de la risa. «Se nos ha olvidado mirarnos a los ojos y éste es un buen sitio para pararse a hablar y reírse», conviene Mari Cruz García, una leonesa que lleva más de un cuarto de siglo dedicada a enseñar a reír -fundadora de la primera y única escuela de la risa en el Estado español y presidenta de la Asociación Mundial de la Risa- e invitada a la apertura de estas jornadas de la asociación bilbaina de risoterapia Manantial de la Risa. Jornadas que, durante diez horas al día, se alargarán hasta el domingo en este espacio tan concurrido y estresante.

«¡Hasta te meas de risa!»

Que la risa es la mejor medicina no lo dice sólo Mari Cruz García; cualquier médico rubricaría esa receta sin necesidad de estudio científico alguno. «Incluso la mera intención de reírse da beneficios», insiste esta experta. Un minuto de risa equivale a 45 de relajación; tres minutos, a diez de ejercicio aeróbico; y con una buena y sonora carcajada movilizamos los más de 400 músculos que tenemos en todo nuestro cuerpo. «Pero hay que reírse desde la cabeza a los pies», recomienda. «La risa te limpia, abre los pulmones... ¡Hasta te meas de risa!», añade.

Su clase magistral es seguida con atención por más de una docena de personas, a las que se van sumando nuevos curiosos. «Anatómicamente, no nos interesa estar de mal humor o cabreados. Nos ponemos duros. Nos pasamos el día empujando a los demás, cuando es mejor jugar que empujar», sostiene Mari Cruz mientras no deja de gesticular o invitar a repetir en alto conceptos como éste: «Menos hipotecas y más felicidad».

Como no podía ser de otra manera, las risas, hasta las carcajadas, resuenan con algunos de sus comentarios. No son risas falsas ni huecas, ni obligadas, porque risas hay muchas y distintas. Éstas son risas de pasárselo bien. «¡Todos de pie! -ordena-. ¡El cuerpo en vibración! ¡Respirad y que el aire llegue a los pies! ¡Y ahora, tosed mientras vibra vuestro cuerpo!», guía a la entregada clase, a la que le pide un gesto más: «Ahora, gritad palabrotas con la lengua puesta de lado». Con lo que ya el auditorio se desmadra. «Pues haced esto cuando alguien quiera discutir con vosotros. El otro se quedará descolocado. Y si os dice algo, le respondéis: `Perdona, pero es que estoy practicando la risoterapia'. Seguro que deshacemos el mosqueo».

Porque uno puede reirse con la `ja' para quitar miedos y tener valor para tomar decisiones; con la `je' para liberar enfados y relajar el hígado; con la `ji' para tener ese alegre movimiento de los niños; con la `jo' para hacer bien la digestión; o con la `ju' para tener dulces sueños. La cuestión es reírse. Y como emplaza Alfonso, otro de los organizadores y risoterapeuta, «¡Empecemos la juerga!». Antes, eso sí, Mari Cruz se despide incitando a saludarse unos a otros como quien no se ha visto hace tiempo, y los abrazos y las caras alegres se multiplican entre los presentes.

Fuera abrigos, fuera zapatos, comienza el primer taller de risoterapia. Nuevos curiosos se suman y cada uno es recibido con una sonrisa. «¡Buenas noches!», saluda con truco Paco. «Aquí venimos a divertirnos». Y a fe que lo consigue. Primero, al tren con vagones que reparte saludos; luego, la popular ola en la que cada cual se presenta con su nombre; después, con un color; luego, una mitad del círculo dirá su nombre y la otra un color... mecanismo que ni a la tercera funciona. «¡Ésta ha dicho un color y tenía que decir su nombre!», reprocha un señor. «Es que se llama Rosa», le aclara Paco. Y todos ríen. A la sexta intentona casi sale; en ese momento a Rosa le da la risa.

Presentados y con los músculos de la cara ya calentados, toca un rap en el que cada cual canta su nombre... pero con la lengua colocada en la última muela. Nadie entiende nada, pero la risa es unánime. «¡Locura, locura, locura!», incita a gritar Adolfo cada vez más alto. «La locura todo lo cura», enfatiza la asistente más veterana. Y nueva vuelta a los efusivos saludos, ésos que no solemos dar ni recibir. El sábado por la mañana los habrá gratis en esta terminal de Abando. Hasta entonces, hagan el favor y ríanse. Es vida.

 

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