CRíTICA cine

«The Way»

Mikel INSAUSTI

Las personas que trabajan dentro de la industria del cine tienen sentimientos y no dudo de que “The Way” es un proyecto muy querido por Emilio Estévez y su padre Martin Sheen, por cuanto representa una recuperación de sus orígenes gallegos. Aún así, la parte del negocio siempre puede más y la tentación de utilizar el cine de cara a la explotación turística siempre está ahí. La Xunta de Galicia y la organización del Xacobeo 2010 han visto en esta película una posibilidad para promocionarse en el mercado anglosajón, a la vez que los Estévez han querido vender en los Estados Unidos el fenómeno cultural del Camino de Santiago mediante un lenguaje cinematográfico muy al gusto de Hollywood. Una operación que lleva implícita una irrefrenable tendencia al tópico y al folclorismo exportable, a costa de la falta de rigor bajo la bandera del pintoresquismo. Tienen que salir y sale lo quijotesco, las procesiones de Semana Santa, los gitanos y el flamenco o las fiestas de San Fermín. Todo vale, e incluso da igual donde termine el peregrinaje, y que la conclusión esté filmada en otro lugar que no es Finisterre.

Al espectador europeo mínimamente informado “The Way” no le va a aportar nada nuevo, sabedor de que se trata de un publireportaje encubierto. La inclusión de bellos insertos paisajísticos con fondo musical de Nick Drake o de Alanis Morissette así lo evidencia, además de alargar la duración total más allá de las dos horas. Si el largo peregrinaje de Martin Sheen se hace soportable es por su buen trabajo interpretativo, hecho a conciencia para empatizar con el gran público. Su intercambio cultural con otros peregrinos de distintas nacionalidades le lleva a formar un entrañable grupo con el holandés Yorick Van Wageningen, la canadiense Deborah Kara Unger y el irlandés James Nesbitt. Los cuatro protagonizan momentos divertidos que ayudan a sobrellevar su penitencia interior, que pesa más que la mochila, y que para el protagonista se traduce en el drama de la pérdida de su hijo.