Los países en vías de desarrollo critican a Japón por su negativa a prorrogar Kioto
Los países en vías de desarrollo acusaron ayer a Japón de incumplir su promesa de extender la vigencia del Protocolo de Kioto más allá de 2012, y advirtieron de que la cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático de Cancún fracasará si Tokio no cede.
GARA |
El Gobierno de Japón se convirtió el miércoles en protagonista de los primeros compases de la conferencia sobre cambio climático en Cancún (COP16) al ratificar públicamente su decisión de no suscribir una extensión del Protocolo de Kioto, cuya primera fase expira en 2012. Japón, uno de los casi 40 países industrializados que están reduciendo sus emisiones de gases de efecto invernadero en aplicación del Protocolo, afirmó que no seguirá haciéndolo mientras otros países que también generan una gran cantidad de gases contaminantes, como EEUU y China, no lo hagan. Los países en vías de desarrollo alertaron sobre el fracaso de la cumbre.
«No tiene sentido fijar un segundo período para el protocolo tal como está ahora, imponiendo obligaciones sólo para un pequeño grupo de países desarrollados», señaló el viceministro de Medio Ambiente nipón, Hideki Minamikawa. En la sesión plenaria, Japón presentó su postura, la misma que mantiene hace meses a favor de comprometerse con un único tratado global y vinculante de reducción de emisiones, más amplio que el Protocolo de Kioto, el único existente.
Minamikawa enfatizó que su país no va a retirarse del Protocolo de Kioto, pero aclaró que para ellos «no tiene sentido extender o ampliar» un instrumento que en su día les comprometía a recortes de emisio- nes del 6% pero que es incompleto.
Tokio quiere que en Cancún se trabaje sobre el terreno ya avanzado en la COP15 de Copenhague, donde se lograron compromisos por parte de 140 países, que afectarían al 80% de las emisiones de dióxido de carbono .
«Tenemos que lograr una reducción de emisiones a nivel global», agregó el viceministro, quien sostuvo que en el nuevo esfuerzo deberían participar «todos los emisores principales», aludiendo a China y EEUU, con el 22% y el 19% ,respectivamente.
El presidente del G-77 y China, Abdulah Alsaidi, pronosticó que «no habrá un resultado positivo en Cancún» si Japón sigue negándose a mantener esa reducción de sus emisiones en virtud del Protocolo de Kioto. El G-77 y China forman el principal bloque de países en desarrollo que participan en la cumbre.
Casi 200 naciones tratan de acordar un pequeño conjunto de medidas para intentar evitar efectos no deseados del cambio climático como inundaciones, sequías, olas de calor y aumento del nivel del mar. Pero las tensiones del miércoles demuestran que países ricos y pobres aún no confían los unos en los otros.
Pese a haber conocido en 2010 en verano más caluroso de su historia, en Rusia el calentamiento global todavía inspira escepticismo. Y esas voces disidentes, entre las que figura la del primer ministro, Vladimir Putin, no han disminuido con la conferencia de Cancún.
Rosguidromet, la agencia meteorológica rusa lleva advirtiendo desde 2008 de que en 2050 la temperatura allí habrá subido entre cuatro y seis grados. Recordó que naturaleza y economía dependen de factores climáticos e instó a crear «una base científica seria para que el Gobierno desarrolle una política sobre cambio climático».
Estas previsiones no impidieron que Putin preguntara, a finales de agosto, sobre la influencia humana en el cambio climático. «¿El cambio climático se produce porque la Tierra respira, vive, o por la influencia de la actividad humana? Hace 10.000 años, los mamuts empezaron a morir a causa del calentamiento global, el aumento del nivel del mar y la reducción de pastos... Y todo eso sucedió sin la influencia humana», indicó.
Ya en 2003, sorprendió a los científicos al señalar que un incremento de dos o tres grados sería bueno para los rusos, que no tendrían necesidad de vestir abrigos de piel.
El presidente ruso, Dmitri Medvedev, mantiene un discurso sensiblemente diferente. Hace un años en Copenhague anunció la adopción de una doctrina climática para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero su posición no es mayoritaria en Rusia.
