THE BOSS, UNA HISTORIA DE SUPERACIÓN
Bruce Springsteen desnuda los días de «Darkness on the edge of town»
Salvo Bob Dylan y Neil Young, pocos artistas han desmenuzado un periodo de su vida del modo que lo hace Bruce Springsteen en «The promise: darkness on the edge of town», obra que descubre tanto sus dolorosas dudas como la capacidad del joven de Nueva Jersey para crear. Los hechos se presentan ahora con el disco remasterizado, un doble cedé de canciones inéditas, «The promise», y tres dvds con actuaciones de época y detalles de la grabación.
Pablo CABEZA | BILBO
La historia de la música moderna es lo suficientemente amplia, común y compleja como para que un hecho o situación no sea único. No obstante, lo ocurrido en 1978 fue lo suficientemente especial como para que no corran demasiadas historia semejantes a las sesiones de grabación de «Darkness on the edge of town», donde Springsteen graba las diez canciones que aparecen oficialmente y deja cintas con más de una veintena de títulos, el bloque que ahora se retoma bajo el doble cedé «The promise», que, a pesar de contener los descartes, ofrece títulos de notable inspiración.
Del nuevo empaquetado se pueden destacar muchas cosas, los sentimientos se cargan desde muy diferentes lugares, pero a nosotros nos ha llamado preferentemente la atención la parte que se dedica al making-of de las sesiones de grabación.
Bajo la dirección de Thom Zimmi, «The promise» reconstruye la grabación de «Darkness on the edge of town». Thom es un nombre ligado a casi todos los documentales y grabaciones de Springsteen. Sin embargo, en este caso, el mérito habría que otorgárselo a un chaval llamado Barry Rebo, un amigo de la época que se metió con su cámara por buena parte de las arterias de aquellas sesiones. Esas tomas, en blanco y negro y con abundante grano, muestran a un Springsteen de veintisiete años, aún aparenta menos, que se sumerge de continuo en el dolor de las dudas. Ha grabado «Greetings from Asbury Park, N. J.» (1973), «The wild, the innocent and the E Street shuffle» (1973) y «Born to run» (1975). Cabría pensar que con semejante experiencia fuese un joven con las cosas claras, pero el documental nos muestra todo lo contrario. Bruce duda constantemente, se queja una y otra vez de que lo que tiene en la cabeza no termina escuchándolo en el estudio. Ese no es el sonido de batería que quiere, ese bajo está desafinado, «cuando el piano hace» (gesticula), no va bien... Su cara de niño es la imagen de la impotencia y eso a pesar de estar arropado por una enorme banda y construyendo uno de sus álbumes más completos (no el más inspirado).
La filmación bascula entre imágenes del 77/78 y respuestas actuales de quienes tuvieron algo que ver. Se pasa del blanco y negro al color. Springsteen explica (desde el presente): «Yo quería conseguir el sonido del directo, pero en los setenta los estudios se construían para que no hubiese ninguna reververación ni rebote de sonido. Todo sonaba demasiado seco. Años después supe que lo que yo quería conseguir era imposible en aquellos días».
Cuando Springsteen se mete a grabar «Darkness on the edge of town» lleva dos años sin pisar un estudio y con la carga de una gira internacional apretada presentando «Born to run». En este tiempo se encuentra pleiteando con su primer mánager, Mike Apple, quien le presenta a Springsteen, en su momento, un contrato despiadado y donde Bruce cede prácticamente todos los derechos de sus canciones, además de otros abusos. Columbia le avisa de lo que está firmando, pero las ganas y el ímpetu, los días amargos, las apreturas económicas familiares y el querer ser grande le llevan a dar el visto bueno a un contrato que, por fin, le permite ser lo que desea, un músico con un futuro.
Los abogados de una y otra parte llegan a un acuerdo económico, problema resuelto, pero el chico de la camiseta blanca y escotada -con la que se pasa horas y horas de grabación, y sirve para la portada, elegida por él mismo- se enfrenta a otros retos: superar «Born to run», no repetirse, enfrentarse a los sonidos punk-rock que llegan desde Gran Bretaña, la recesión de EEUU con Carter y el hecho de que el disco se grabara pocos años después del final de la guerra del Vietnam.
Aparentemente parecen hechos que no tendrían por qué interferir, pero Springsteen es cada vez más sensible a lo que ocurre en su país, no ya sólo en su ciudad, alrededor de su gente... Fue díscolo en la escuela, pero Bruce es un tipo culto, despierto y cada vez más concien- ciado. Sus textos, sus canciones, su discurso, el documental y los directos incluidos inciden en la grandeza y sencillez del músico de Nueva Jersey.
Desde la imagen de Springsteen en la portada de «Darkness on the edge of town» a la de «The promise». Desde los conflictos durante la grabación de los temas de ambos discos, todo remite a la desolación, la impotencia y la oscuridad. Pero siempre con un invisible punto de luz.
No está clara la razón por la que «Dakness on the edge of town» aparece treinta y dos años después con un nuevo cuerpo, sin aniversario, pero aquí está con sus diferentes versiones. De un lado se puede adquirir la versión remasterizada del disco, que ha ganado en brillo y volumen, pero si se va a escuchar con auriculares de 10 euros, la versión en mp3 es más que suficiente. También se ha publicado un doble cedé con los veintiún temas rescatados de los archivos de Springsteen, «The promise». Quien disponga de efectivo suficiente y la inquietud necesaria puede aspirar al facsímil de cuaderno con lomo de espiral. En su interior encontrará la remasterización y «The promise», además de tres dvd's (también versión Blu-ray) con diferentes conciertos y comentarios.
P. C.