El inevitable y progresivo agotamiento de las realidades paralelas
«Franklyn»
La mayoría de realizadores formados en el videoclip eligen el cine fantástico como plataforma para iniciar su carrera cinematográfica y, dentro del género, suelen decantarse inevitablemente por la representación de universos paralelos. El británico Gerald McMorrow no es una excepción y quiere seguir la estela de Alex Proyas y los que le precedieron diez años antes, lo que revela un agotamiento de esa estética futurista que mezcla realidad presente y ficción atemporal.
M.I. | DONOSTIA
Hay otros mundos y están en éste. Como punto de partida o idea argumental es el recurso más explotado en el cine fantástico desde finales del pasado siglo, por lo que cada vez resulta más difícil innovar en base a tal premisa. Dicho agotamiento se hace evidente en «Franklyn», producción británica del reputado Jeremy Thomas que no ha conseguido interesar ni a los seguidores del género. Por razones que se nos escapan, una vez más, se estrena en nuestras salas de cine con dos años de retraso, cuando habría sido más lógica su edición directa en formato doméstico.
El debutante Gerald McMorrow se dio a conocer con el cortometraje «Thespian X», ganador del Premio Turner en el London Film Festival de 2002. Es deudor de la estética del videoclip, campo en el que se ha formado profesionalmente. Su ópera prima, «Franklyn», podría parecer a simple vista inspirada en algún cómic de superhéroes, pero el guión nace de la imaginación del propio realizador. La aparente relación con la historieta gráfica obedece a la semejanza del protagonista con el Rorschach creado por Alan Moore en «Watchmen». Es también un detective que se oculta detrás de un máscara, aunque el misterioso personaje que interpreta Ryan Phillippe responde a la definición de vigilante. En una realidad paralela a la del Londres actual, se enfrenta con una secta que controla el poder, denominada El Ministerio. En ese otro lado del espejo, la ciudad gótica donde transcurre la acción se llama Meanwhile. No deja de ser una teocracia a la que el protagonista se enfrenta desde su ateísmo, toda vez que la incredulidad es el único modo de escapar a un pensamiento único que persigue la fanatización de la sociedad. Por desgracia, el desarrollo narrativo es demasiado confuso y no da para un largo.
Dirección: Gerald McMorrow.
Producción: Jeremy Thomas.
Intérpretes: Ryan Phillippe, Eva Green, Susannah York, Bernard Hill.
Fotografía: Ben Davis.
Música: Joby Talbot.
País: Inglaterra, 2008.
Duración: 80 minutos.
Susannah York sigue siendo un reclamo para el cinéfilo, porque es cara de ver en la pantalla grande al igual que otras tantas actrices de su generación relegadas a la televisión. Fue musa del free cinema británico gracias a Tony Richardson, que la descubrió en 1963 en «Tom Jones». Su mito no tardó en traspasarse a Hollywood con «Danzad, danzad, malditos», la obra maestra de Sydney Pollack. En 1972 ganó el Premio de Mejor Actriz en Cannes por «Imágenes», una de las creaciones más visionarias de Robert Altman. Como también lo fue «El grito», con la que Jerzy Skolimowski ganó el Premio Especial del Jurado en el mismo festival.
M.I.