El ataque policial al recibimiento de Araitz Amatria y Sergio Boada en el barrio de Donibane el pasado viernes fue una muestra, una más, de irracionalidad. En este caso, además, concurrieron también la especial brutalidad del ataque, sin previo aviso e indiscriminado, y el ensañamiento. Ensañamiento contra un barrio especialmente castigado por los abusos policiales. El acoso indisimulado adquirió especial gravedad con el apaleamiento de, entre otros vecinos, Mari Carmen Mañas, vecina de 64 años de edad y esposa de Ángel Berrueta, muerto a manos de un policía español y su hijo hace seis años. Un apaleamiento que no parece casual, dado que Mari Carmen Mañas fue identificada previamente por los policías. Las fotografías, los partes médicos y el vídeo mostrados ayer por los vecinos de Donibane no dejan lugar a la duda acerca del carácter brutal de la carga de la Policía. Cuando en Euskal Herria la defensa de los derechos civiles y políticos está adquiriendo un papel principal, cuando la mayor parte de la sociedad apuesta por vías que respeten esos derechos para todos, el Estado español continúa anclado en esquemas caducos en clave de represión violenta, incluso empleándose con mayor saña, como hizo hace siete días en Iruñea cuando dos jóvenes que acababan de abandonar la cárcel recibían las muestras de afecto de sus convecinos.