Bien podría ser el anuncio de una película de ciencia-ficción en plan gore, ya saben, con vísceras al aire y color rojo sangre a tutiplén. «Primero se desayunaron Grecia, luego se almorzaron Irlanda... pero tienen hambre y se acerca la hora de la comida, el siguiente puedes ser tú. Ya vienen, ellos son... «Los Mercados». Muy pronto en las mejores pantallas».

La chorradica se me ocurrió hace unos días, leyendo un artículo respecto a la crisis financiera y los malabares europeos para evitar que «Los Mercados» se zampen bien al Estado español, bien a Portugal. O a los dos, que «Los Mercados», cuando se ponen a hundir economías, se ponen. Y la pregunta que me hago es qué es o qué son «Los Mercados». Porque se habla de ello como si fueran un ser maligno de otro planeta, ajeno al género humano.

Vamos a ver. Si una web llamada Wikileaks destapa una serie de documentos secretos, al minuto sabemos la vida, obra y milagros de su máximo responsable, Julian Assange. Los gobiernos de todo el mundo nos ofrecen organigramas, cúpulas, listados de duros y blandos, fotografías del derecho y del revés de sus particulares demonios. Conocemos al dedillo hasta los chascarrillos que se comentan en las reuniones del secretísimo Club Bilderberg. No tardamos ni un clic en visionar los rostros de los cabecillas de los controladores aéreos, presentados como en aquellos carteles del lejano oeste donde al pie se leía la palabra Wanted.

Pero no tenemos información alguna, ni identidades, ni fotografías, de ese grupo de buitres especuladores que se esconde bajo la máscara de «Los Mercados», y eso que ellos sí que son capaces de poner en jaque a todo el globo terráqueo, de condenar al sufrimiento -en colaboración con la, cuando menos, ineptitud de los gobernantes- a miles de familias que las pasan moradas para llegar a fin de mes... Si lo que hacen es legal, que así parece, entonces es que el sistema y las leyes no funcionan como debieran. Alguien se está forrando a cuenta de nuestras miserias y ni siquiera sabemos su nombre.