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CRíTICA clásica

Hermanos, ¡pero qué diferentes!

Mikel CHAMIZO I

El Festival Klem-Kuraia ha tenido una buena idea al programar este acto de hermanamiento entre los círculos musicales catalán y vasco, dos mundos que, por desgracia, no terminan de establecer lazos sólidos entre sí, ni de obtener la atención que merecen en el resto del Estado, muy centralizado en torno a los compositores con base en Madrid. El Festival bilbaino acudió para la ocasión al Conjunto Instrumental BCN 216, el grupo catalán de música contemporánea con más prestigio y recorrido, 25 años a sus espaldas, muchos para un circuito siempre en metamorfosis. Comenzaron tocando “Egan-1”, de Ramón Lazkano, una de las piezas más hermosas del extenso ciclo inspirado en el Laboratorio de Tizas de Oteiza. Es una música que se eleva mágicamente, en la que los pequeños movimientos melódicos anuncian la llegada de algo arcano, algo que finalmente no se revela. Una pieza hipnótica que BCN 216 transmitió en toda su extraña belleza.

Igualmente imbuida de misterio, aunque con un tratamiento instrumental más hedonista y colorista, “Xi” de María Eugenia Luc, aportó el perfecto punto de equilibrio ante las tres piezas de compositores catalanes, muy diferentes en carácter a las de sus homónimos vascos. Y entre sí. El “Concert per piano”, de Ramón Humet, bebe de los cánones clásicos del género concertístico, con los que construye una música elegante y anticuada. El “Concert per guitarra”, de Agustí Charles, parte de una idea interesante, que es la de amplificar y desarrollar en la orquesta todos esos sonidos accidentales típicos de la guitarra: el cambio de la mano sobre los trastes, el roce de las cuerdas, los armónicos accidentales... Estuvo muy bien interpretada por el solista Àlex Garrobé. La última pieza fue “Equinox”, de Héctor Parra, de una virilidad algo desbocada en su brillante escritura y la potente interpretación de BCN 216.

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