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Carlos GIL Analista cultural

Pacto

 

Supuestos mecenas y funcionarios con ansiedad andan conspirando para lograr un ámbito de reproducción de esquemas que mantengan el declive. El nivel de compromiso institucional con la cultura del pasado no volverá. El futuro no llegará. Ahora nos colocamos en las puertas de bancos y corporaciones multinacionales a pedir limosna. Unos la piden con sueldo asegurado de por vida para mantener su poder. Otros para ver si de las migajas pueden alimentar al canario. Cuando se reúnen sesenta pastores de la empresa y la gestión funcionarial para hablar de una reforma de la Ley de Mecenazgo y Patrocinio Cultural, es que la oveja está muerta y el rebaño comiendo piedras.

La cultura está recargada de reuniones, congresos, jornadas, talleres y estamentos de dudosa capacidad operativa. Consejos, observatorios, consejillos, plataformas, redes, son estructuras que se sostienen bastante bien en la teoría pero que en la práctica hacen agua porque no transmiten decisiones de mucha utilidad. Tantos nombres, tantas voces y sin partitura es difícil que logren afinar. Repetimos: no puede existir gestión de la cultura si no existe la cultura. Por lo que hay que apoyar la creación. A no ser que se conformen con gestionar franquicias, agendas y calendarios. Y si es así, lo que sobra es la gestión pública, las rémoras funcionariales, porque los parámetros culturales neoliberales son de mercado y de plusvalía privada. Es necesario trabajar por un gran Pacto por la Cultura. Con criterios democráticos y progresistas.

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