La última realización del ya octogenario Jean-Luc Godard, máximo representante de la vieja vanguardia cinematográfica, ha concitado mayor interés que otras de sus últimas propuestas. Puede que se deba a su negativa a recoger el Óscar Honorífico a toda una carrera, y a que ha dejado caer que piensa en retirarse definitivamente del cine.

La recepción en el Festival de Cannes fue entusiasta por parte de la crítica más intelectual, pero no sólo de sus antiguos colegas de «Cahiers Du Cinéma», sino también de otros medios como «Libération» o «Les Inrockuptibles». En el panel de las puntuaciones hubo incluso quien puntuó excepcionalmente por encima de diez.

Tanta excelencia responde a que Godard ha hecho una especie de obra suma, uno de esos collages ideológicos que tanto le gustan y en los que recoge información audiovisual de prensa, cine y televisión, mezclada con entrevistas, discursos y sus ya famosos aforismos. Vuelve a utilizar secuencias robadas a otras películas fuera de su contexto original, y así hay fragmentos escogidos de «El acorazado Potemkin», «Viaggio in Italia», «El gran combate», «La batalla de Maratón» o «L'Espoir».

La película es una especie de sinfonía coral dividida en tres movimientos: «Cosas así», «Nuestra Europa» y «Nuestras Humanidades». Presentan, respectivamente, una diversidad multicultural de viajeros durante un crucero, la lucha de clases trasladada a las relaciones paternofiliales y, por último, una visión de seis ciudades en seis países diferentes.