La evolución del espectáculo audiovisual según Disney
«Tron: Legacy»
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
En el recuadro dedicado al debutante Joseph Kosinski me he permitido definirlo como un cineasta de la cantera, haciendo valer el símil futbolístico. En la alta competición, regida como todas las cosas por las leyes del universo, existe un equilibrio de fuerzas que los humanos traducimos en el sentido de la justicia. La realidad sería horrible si al arrogante Mourinho de turno no le saliera un rival como Pep Guardiola, no sólo capaz de hacerle frente, sino de humillarle con las nobles armas del trabajo de base, demostrando que el favor del gran público no se consigue única y exclusivamente a golpe de talonario.
En la industria del cine pasa otro tanto, puesto que también se trata de un entretenimiento de masas. De la misma forma que un jugador brasileño le recordó a Mou que él no había inventado el fútbol, al megalómano James Cameron no estaría mal hacerle ver que él no ha reinventado o revolucionado el cine. En su infinita soberbia llegó a afirmar que, después de «Avatar», el cine ya nunca volvería a ser lo mismo. Han bastado unos pocos meses para que tal afirmación sea rebatida desde el punto de vista puramente técnico. La vertiginosa evolución tecnológica ha permitido rodar «Tron: Legacy» con cuatro cámaras estereoscópicas de última generación, que dejan desfasada a la única Sony F35 empleada para «Avatar».
Desde el día del estreno de «Avatar», James Cameron se ha dedicado a cuestionar todos y cada uno de los posteriores estrenos en sistema 3D, como si fuera el encargado de dar los certificados de calidad en los rodajes con tecnología estereoscópica. No se le ha oído todavía decir nada a propósito de «Tron: Legacy», porque estará rezando para que comercialmente no le vaya tan bien, y al menos poder criticar a su competidor a cuento de los ingresos obtenidos.
A pesar de una hipotética victoria de Cameron en la taquilla, la de Disney y Joseph Kosinski es una apuesta de futuro, planificada paso a paso y con los pies puestos en la tierra. «Tron: Legacy» ha costado menos de la mitad que «Avatar», así que habrá que calibrar el dinero recuperado proporcionalmente a su inferior presupuesto. El tiempo volverá a ser el juez supremo, pero el mero de hecho de que un debutante amenace con hacer sombra al autoproclamado rey del 3D ya es motivo de saludable alegría.
Y si en el apartado de la innovación visual el resultado está por ver, ya se puede adelantar que en lo relativo a la banda sonora «Tron: Legacy» gana por goleada. La música electrónica de los franceses Daft Punk le otroga la ventaja en sonoridades futuristas, gracias a una concepción vanguardista que cuenta con la propia presencia escénica de sus dos componentes, que actúan como D-Jays en un cyber-local llamado End of the Line Club, donde oficia de anfitrión el transformista actor británico Michael Sheen, esta vez asumiendo la apariencia del David Bowie más andrógino.
Cómo ser Jeff Bridges
Brad Pitt vivió una experiencia extraordinaria en «El curioso caso de Benjamin Button», al ser el primer actor en envejecer en base a su rostro actual, sin necesidad de tener que recurrir a protésis o molestos efectos de maquillaje. Jeff Bridges es el protagonista de una primicia aún más inédita en el campo de la interpretación, por obra y gracia de la aplicación de la compleja técnica de «captura de movimiento» a la recuperación de su expresión facial en la primera entrega de «Tron».
De tal suerte que se puede ver a Jeff Bridges tal como era en la película original, realizada por Steven Lisberger en 1982. Su imagen en aquella película de culto es ya mítica por lo que, contrastada con su rostro actual, supone el desdoblamiento más increíble que haya podido acometer un actor de cine.
En términos dramáticos, significa un gran paso de cara a la ilustración de la bipolaridad, con un único actor interpretando el enfrentamiento de su personaje con la némesis que él mismo ha creado. Nos referimos al programador informático Kevin Flynn, quien se introdujo personalmente en el propio videojuego que había diseñado. Una vez en el interior, se convirtió en el ente artificial Clu 2.0. que, dotado de una identidad acorde a la realidad virtual para la cual fue concebido, lucha por controlarla desde dentro.
Para el protagonista es como luchar con su otro yo, con un alter ego procedente del pasado, y que es fruto de los pecados de juventud que siempre le persiguen a uno.
Biológico y cibernético
Queda claro que Clu 2.0 es la criatura artificial de ese demiurgo de la programación informática llamado Kevin Flynn, por lo tanto, se le podría considerar como su hijo cibernético. Los guionistas han querido que el protagonista tenga también un hijo biológico, en cuanto expresión de la dualidad representada por esos mundos paralelos.
Si Jeff Bridges es el eslabón entre las dos entregas de «Tron» separadas por los 28 años transcurridos entre sus respectivos estrenos, el joven actor Garrett Hedlund es el encargado de tomar el relevo generacional. Como hijo de Kevin Flynn, su personaje responde al nombre de Sam Flynn. Su misión consiste en buscar a su padre desaparecido desde que se introdujera en el videojuego, lo que le llevará a cruzar la frontera que separa la realidad humana de la sintética. Una vez dentro del programa, deberá ponerse al día de las actualizaciones y nuevas aplicaciones, transmutado en un jugador interno que contará con la guía de una sirena virtual llamada Quorra, y bajo cuyo ceñido traje se encuentra la actriz televisiva Olivia Wilde, revelada gracias a la serie «House», y de la que está a punto de estrenarse en los cines «Los próximos tres días».
El joven Sam, con ayuda o sin ayuda, es un héroe de dimensiones prometéicas, ya que tiene que dar con su padre y batirse con su hermanastro, que está hecho a imagen y semajanza del progenitor. En el mundo externo, cuenta para ello con un mentor que le conectará con el origen del programa. Se trata del dueño de la empresa Encom, para la que trabajaba su padre, lo que permite volver a retomar el papel de Alan Bradley al actor Bruce Bxoleitner, único superviviente del «Tron» original junto a Jeff Bridges.
Los admiradores de la película de 1982 han lamentado que no se haya recuperado para la tan largamente esperada secuela al gran característico británico David Warner. Se le homenajea, no obstante, a través de menciones a su personaje que sólo serán apreciadas por los conocedores de la recordada realización de Steven Lisberger. A éste también se le brinda el merecido reconocimiento, al figurar en los créditos por partida triple. Hace un pequeño cameo delante la cámara y figura como productor y autor del argumento en que se basa el nuevo guión escrito a ocho manos. Sin embargo, las lagunas dejadas por los cuatro guionistas son llenadas por el despliegue visual de Joseph Kosinski.
Joseph Kosinski es un cineasta de la cantera. Ha sido entrenado para medirse con los mejores, y en Disney creen que ya está listo para hacerle sombra a James Cameron. Es arquitecto y todo un profesional del diseño gráfico que ha experimentado con las imágenes generadas por ordenador en el campo publicitario. La Warner lo quería para dirigir “La fuga de Logan”, pero los del tío Walt le han ofrecido proyectos futuristas sin igual. Sería el primero para hacer otra entrega de “Tron”, aunque ya prepara un remake del clásico de la casa “El abismo negro”. Y, como premio, podrá desarrollar su creación personal “Oblivion”.M.I.