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Iker Bizkarguenaga Periodista

Y algunos todavía le quieren dar tiempo

Este comentario estaba destinado en un principio a repasar noticias recientes sobre atletas farmacéuticas y ertzainas borrachos pero, una vez más, doscientos policías encapuchados han tirado la puerta abajo y nos han recordado que no está el patio para hablar de pájaros yonkis ni flores regadas con ginebra. Otra vez, en la noche más fría de otoño, lo que nos hace temblar es pensar qué les puede estar pasando a ocho víctimas de la apuesta pacífica y democrática del Estado español.

Una nueva operación que lleva la firma de un juez rebosante de odio hacia compañeros de facultad mucho más listos y dignos que él y que por eso arremete contra ellos y sus compañeros, pero que no oculta la sombra de ese alquimista cántabro al que algunos quieren hacer presidente, y que, sin duda, será largamente recordado en Euskal Herria. Tanto como Pierre de Lancre y Tomás de Torquemada.

Una nueva razzia en la que, de paso, se han llevado también a unos cuantos jóvenes que anteayer habían comparecido públicamente para recordar, porque ya lo habían dejado claro antes una y mil veces, su apuesta por un proceso democrático que lleve a esta tierra y a sus gentes donde les corresponde.

En días como éste a algunos les toca contar hasta mil, y después de mirar a los ojos a compañeros y compañeras a los que les han robado sus hijos, decir que esta nueva barbaridad no les va a mover de su camino, que la apuesta es firme y que sabían que iba a ser duro. Es lo que les toca y grande el mérito que tienen. Pero aquellos a quienes no les corresponde pasar ese trago tienen en las calles un enorme escenario para poner pie en pared y dejar claro que por aquí no van a pasar. Y para arropar a familias, amigos y parejas llenas hoy de dolor e incertidumbre.

Mientras tanto, aquellos que generosamente dicen que le dan tiempo a Zapatero para «asentar la paz», esos mismos que toman café cada semana con el nigromante que controla las pistolas, ya han visto para qué utilizan ese tiempo que graciosamente les conceden. Para que ocho personas vivan en este momento las horas más largas de su vida.

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