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Análisis | Movimientos en el escenario político

Zapatero y Urkullu hacen gala de su acuerdo estratégico

Cada cierto tiempo fuentes de La Moncloa o de Sabin Etxea filtran noticias que hablan de la buena sintonía entre el presidente del Gobierno español y el del EBB. José Luis Rodríguez Zapatero e Iñigo Urkullu aparecen como socios en el diseño de las principales estrategias de Estado, tanto en lo político como en lo económico.

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Iñaki IRIONDO

La Moncloa filtró a «El País» que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, han pactado «recorrer juntos el proceso terminal de ETA», al tiempo que añadía que el dirigente jeltzale negocia con la ministra de Hacienda las reformas de las pensiones y de las cajas de ahorro. Hace unas semanas fue «Deia» quien publicó que el 30 de noviembre Zapatero y Urkullu se habían reunido para «contrastar sus recetas económicas».

En otras ocasiones no han hecho siquiera falta periódicos que hicieran de intermediario y ha sido el propio presidente del EBB quien en su blog personal se ha jactado de que mientras el lehendakari Patxi López criticaba al PNV en un mitin, acusándole de venderse al mejor postor, él [Iñigo Urkullu] «recibía la llamada de un miembro del Gobierno español, quien me trasladaba la gravedad de la situación financiera de Irlanda, me planteaba la necesaria intervención solidaria en el seno de la Unión Europea y paradójicamente, en un tono más informal, me decía que los países que no adopten medidas rigurosas van a estar `vendidos' ante la crisis».

Noticias sobre cenas, reuniones secretas y llamadas constantes por teléfono, con comentarios sobre fútbol incluidos, han servido a ambas partes para vender la imagen de la buena relación que hay entre los dos pese a que, como se ha escrito también, a la esposa de Zapatero, Sonsoles Espinosa, al principio Urkullu le pareciera demasiado serio.

Según publicaba ayer «El País», una conversación telefónica para la felicitación del año nuevo acabó en un pacto entre Zapatero y Urkullu sobre lo que el periodista se empeña con insistencia en definir como «el proceso terminal de ETA». Una materia en la que ambos «han alcanzado un importante grado de complicidad».

Según la visión de esta relación que se transmite desde Madrid, «Zapatero y Urkullu coinciden en un aspecto clave, que comparte Rubalcaba, como es la estrategia de presionar a la izquierda abertzale para que, a su vez, exija a ETA el cese definitivo de las armas».

Además, el dirigente del PNV habría hecho también suya la perspectiva de que la presencia de la izquierda abertzale en las elecciones no es un derecho democrático, sino que «tiene que ganársela» respondiendo a exigencias que van más allá de la Ley de Partidos.

En esta ocasión, Iñigo Urkullu no parece haberse molestado por la filtración del acuerdo alcanzado entre felicitaciones y buenos deseos para 2011. Su comentario de ayer en el blog iba por otros derroteros. No ocurrió igual el 30 de octubre, cuando «El Mundo» dio cuenta de que tres días antes había estado cenando con Alfredo Pérez Rubalcaba, ya «número dos» del Gobierno español, y con José Luis Rodríguez Zapatero. Aquel día el presidente del EBB utilizó su ventana en Internet para confirmar el encuentro y criticar que «alguien ha decidido no guardar la discreción necesaria».

«Sí, es cierto -aclaraba Urkullu-. Y participaré en todos los encuentros a los que sea llamado. En esta reunión que se ha filtrado participé a mis interlocutores de las reflexiones que sobre esta cuestión tiene el PNV. Hablamos de muchas más cosas de las que pone en la filtración. Hablamos de paz y de normalización política. Hablamos de la mayoría social vasca. De aprovechar esta oportunidad, si se dan las condiciones. Y la primera condición es el respeto a la vida y a los derechos humanos. Hablamos del respeto a la pluralidad vasca y a la voluntad de la misma. De la posibilidad de defensa de todas las ideas políticas democráticas. O de la necesaria aplicación, al menos a juicio del PNV, de una política penitenciaria distinta, acorde con la letra y el espíritu de la ley. Y del papel, sin ningún tipo de protagonismo, que el PNV está dispuesto a desempeñar».

Y dado que el líder jeltzale se había visto ya liberado de «guardar la discreción necesaria», al día siguiente (31 de octubre) «Deia» publicaba que «Zapatero y Urkullu vuelven a reunirse para abordar la paz y la normalización en la CAV», y ofrecía algunos detalles del encuentro-cena.

Quizá para evitar volver a verse sorprendido, el 5 de diciembre era de nuevo «Deia» quien daba cuenta de la última reunión entre el presidente del Gobierno español y el del EBB de la que se tiene noticia, que tuvo lugar el 30 de noviembre. Tras un inicial mano a mano, después se incorporaron a la cita Alfredo Pérez Rubalcaba, la vicepresidenta de asuntos económicos, Elena Salgado, y los diputados jeltzales Josu Erkoreka y Pedro Azpiazu. Los representantes del Gobierno español adelantaron a los jeltzales los nuevos recortes en materia económica y social que Rodríguez Zapatero iba a desvelar al día siguiente en el Congreso de los Diputados.

Desde que el PNV dio su aprobación a los presupuestos del Estado a cambio de la transferencia de un amplio número de competencias, jeltzales y PSOE actúan como socios estratégicos en numerosos campos, que van desde las reformas económicas a la declaración de la alarma por la protesta de los controladores aéreos.

Pero hay un aspecto especialmente sensible en Euskal Herria en el que la sintonía del PNV con el Gobierno español viene de lejos. Es el relacionado con la normalización política y la paz, y resulta reseñable que el propio Alfredo Pérez Rubalcaba venga reconociendo desde hace meses que en esa materia la sintonía es total.

El pasado setiembre, el entonces «solo» ministro de Interior afirmó en Radio Euskadi que tenía una relación fluida con Urkullu y con Erkoreka. Señaló que «hablo frecuentemente» con ellos, «les transmito información y les escucho. Escucho sus opiniones, que me interesan mucho. Son muy importantes para mí. Tengo una excelente relación y creo que lo estamos haciendo de común acuerdo bien».

En el PSE tienen la percepción de que la buena relación del PNV con Zapatero no tiene otro fin que el de fastidiarles y desgastar a Patxi López. No cabe negar que algo de eso hay y lo venía a corroborar el propio Urkullu el 1 de enero cuando decía que «a un lehendakari que no lidera le va a tocar gestionar los logros puestos en la mesa por el PNV. A partir de hoy esta competencia [políticas activas de empleo]. Y desde mañana, las que negociemos y acordemos en el seno de la Comisión Bilateral».

Pero en la estrategia del PNV hay algo más. Por un lado, demostrar que es cierto que puede gobernar desde la oposición y dar la imagen de un partido en el que se puede confiar, sobre todo en este tiempo de crisis. Por otro, tratar de obtener beneficios para la CAV y para los sectores económicos más cercanos al partido. Lo llamativo es que esto lo esté haciendo sobre la base de ir apoyando los recortes y tijeretazos económicos y sociales que va aplicando el Gobierno de Zapatero, pero sin verse casi salpicado por la impopularidad que conllevan esas medidas de «ajuste».

Y en el ámbito de la normalización, el PNV ha decidido que su papel sea el de estar al lado del Gobierno español, como de hecho ya lo hizo en el proceso anterior. Urkullu no ha alterado la decisión de Josu Jon Imaz de marzo de 2006, cuando afirmó que «la lealtad del PNV con Zapatero está asegurada y no tiene contrapartidas».

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