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Los demonios de la intolerancia religiosa no son patrimonio del Islam político

Los líderes globales han condenado el mortal ataque del Día de Año Nuevo que causó la muerte de 21 personas en una iglesia cristiana copta en Alejandría. Ayer se sucedieron los ataques con bomba contra casas y templos cristianos en Irak, y la denuncia de Benedicto XVI sobre «la persecución que sufren los cristianos» se fue amplificando hasta convertirse en una cacofonía donde se mezclaban ataques contra el laicismo y los derechos de las mujeres con el descubrimiento del poder para movilizar conciencias de la mano del miedo y la amenaza de la «nueva» islamofobia, que parece haber sustituido a la «vieja» xenofobia.

Los ataques a minorías religiosas no son exclusividad de los cristianos. Miembros y peregrinos de diferentes sectas, religiones animistas o preislámicas han sufrido atentados tan brutales como lo son las guerras que se hacen contra países musulmanes, con atacantes que son percibidos como «una coalición cristiana» y que hace subir la presión contra las minorías cristianas autóctonas. Una situación de derechos humanos catastrófica, regímenes corruptos y democracias que son una farsa es lo que realmente alimenta el Islam político. No la «guerra de religiones».

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