La marcha será larga, pero paso a paso el país ya está marcha
La multitudinaria manifestación que ayer abarrotó las calles de Bilbo retrató a un país que ya está en marcha. Aunque el año que terminó no trajese todas las respuestas que se esperaban, paso a paso se va consolidando una apuesta que dispone de un apoyo social cada vez más evidente y activo; que va recomponiendo confianzas quebradas en pasados intentos, fallidos pero no baldíos, de solución. Una apuesta que va generando una contenida ilusión, que quienes la defrauden pagarán caro. Y que va desatando emociones, hasta el punto de hacer saltar las lágrimas o tener la piel de gallina, como exteriorizaron muchos de los asistentes a la manifestación de ayer.
La situación de los presos políticos vascos y las injusticias a las que son sometidos, también sus familiares y allegados, es un asunto que llega hasta lo más hondo del corazón y la sicología social del país. Y conseguir su liberación, que vuelvan sanos y pronto a sus casas es, además de una obligación moral, un reto urgente, no condicionado a la existencia o no de un acuerdo resolutivo del conflicto político. Un reto que merece centralidad, iniciativas concretas y materializables, de impacto, que estén a la altura de las expectativas del momento político. Hacer que quienes tienen la responsabilidad de abordar el asunto lo hagan sin demora, desde una decisión colectiva, y de manera acordada y ordenada, no sólo resulta una demanda natural y de justicia, sino que se presenta como una inversión segura y determinante en la gestión ofensiva y expansiva de una apuesta que ha hecho un gran camino, y tiene uno mayor por hacer.
Efectivamente, la capacidad de cambiar esquemas propios y un ejercicio honesto de autocrítica contribuyó al cambio de estrategia y de paradigma político de la izquierda abertzale. No sin dificultades y provocaciones, y en condiciones extremas para hacer política, los frutos de esa apuesta -sin ir más lejos, evidenciados ayer- y el potencial que contiene son ya evidentes.
La ventana abierta de las oportunidades
Lejos de cualquier tentación de autocomplacencia, se puede afirmar que este país ha abierto la ventana de las oportunidades para el cambio, de par en par; que dispone ya de la libertad de una estrategia bien diseñada, que permite ejecutarla de tantas maneras como las circunstancias lo requieran; y que contiene el suficiente músculo social para construir una alternativa solvente a lo existente. Mantener dicha alternativa cada día más viva y accesible, dotarla del instrumental ideológico, organizativo e institucional apropiado, hará que lo que hoy parece políticamente imposible se convierta pronto en algo políticamente inevitable. Quizás para algunos más tarde de lo deseable, pero seguro antes de lo que desean quienes se sienten cómodos en la situación de bloqueo.
El establecimiento de una coyuntura diferente, de un independentismo de izquierdas con éxito, requiere una mentalidad donde los protagonistas tienen que ser persuadidos e intentarlo por la esperanza, no ser impulsados por la impaciencia, y menos a la desesperada.
En ese sentido, debería abandonarse esa especie de comportamiento bipolar que va de la depresión a la euforia en función del «teleberri» o del titular del periódico, del que algunos quisieran hacer cultura política. Esa ansiosa prisa por resolverlo todo inmediatamente, siempre con otras cosas que hacer o esperando las cosas que otros hagan, sin tiempo para detenerse en el camino, levantar la vista y dotarse del horizonte necesario.
Parece obvio que quien no está persuadido no quiere hacer, sino haber hecho ya.
Un descubrimiento permanente
Por otra parte, la apuesta también va a requerir saber que este país se adentra en una aventura sin pronóstico escrito. Un descubrimiento permanente, donde una vez echado a andar va a ser imposible controlarlo todo. Que requerirá acertar ante desafíos hoy no previstos e inventar nuevas soluciones. Un proceso que será de propiedad compartida, cuyo resultado final será satisfactorio en la medida que lo sea de todos y para todos.
Exigirá el temple suficiente y la tensión necesaria para acompañar un proceso de soluciones que demandará empatía, sensibilidad y sentido común, transversalidad y respuestas a corto plazo; con el desarrollo de un proyecto independentista, que conjugue su apuesta en otro tiempo de más largo plazo, que no rehuya el antagonismo y encare el futuro con alta intensidad política. Y a su vez, estar muy pegado a la cambiante realidad, dotarse de un sentido pragmático para dar respuestas prácticas y ser políticamente cada día más relevante. Pero manteniéndose firme en los principios e ideales, pues sin ellos, ¿que más queda?
No existe el «nunca», tampoco el «siempre»
La semana nos dejó también un mensaje afilado, cortante, con varias hojas desplegables al estilo de los tradicionales cuchillos suizos. La Ejecutiva de Aralar en Nafarroa realizó su particular aportación al momento «cerrando las puertas» y de manera «definitiva» para la conformación de una alternativa electoral con vocación de liderazgo. Cuando las ventanas de las oportunidades del cambio están abriéndose, echar cierres y jugar a definitivas retrata a quien así juega, sus intereses, pero paradójicamente anticipa la debacle de ese tipo de cálculos y comportamientos.
En política no existe el «nunca», ni tampoco el «siempre». Sabia decisión sería rectificar y contribuir en positivo, deshacer ese juego en beneficio de la jugada en Nafarroa. El país se juega mucho, y va con ambición ganadora.