¡Cabrearos!
El libro «Indignez vous!» de Stéphan Hessel, combatiente de la Resistencia detenido por la Gestapo y huido dos veces de los campos de concentración de Buchenwald y Dora, sirve al autor para hacer un llamamiento a «cabrearse», sencillamente porque «ya está bien». Tras un breve repaso por la actualidad política, siempre con medidas correctoras que sufren «los de abajo» y preguntándose cuando les tocará a «los de arriba (familia real, banqueros...)», analiza el referido libro y destaca que fue «el estado de indignación» el que impulsó a los resistentes a oponerse al nazismo. Destaca la actualidad del comportamiento y programa de la Resistencia y concluye haciendo un llamamiento a mantener en alto la bandera de la «cólera intacta contra la injusticia», ya que «Crear es resistir y resistir es crear».
Más todavía? Es que como decían los otros, y aunque no lo dijeran, siempre hay razones para rebelarse, porque siempre nos dan sobrados motivos y porque las cosas no pueden ir a peor, al menos para los que soportan sobre sus doloridas espaldas las cargas de la llamada crisis, a la que por cierto se pretende dar salida y soluciones empleando precisamente a quienes la han provocado; es como si para solucionar los desaguisados se recurriese a Alí Babá y a los cuarenta políticos (que diga ladrones) y si no baste con ver las comisiones de expertos que se gastan (nunca mejor dicho) los López y compañía, por ejemplo.
Duele más la cosa, si cabe, al ver que quienes toman un día sí y otro también, desalmadas medidas lo hacen en nombre de la izquierda: las reducciones presupuestarias para jubilados y funcionarios, las subidas del gas y la electricidad, la subida de la edad de jubilación, la ayuda a los bancos (vístete de banquero y tendrás ayuda inmediata), la anulación de la «limosna» para los parados, el control de las ayudas sociales (es que con el dinero público no se puede jugar...), siempre medidas correctoras para con los de abajo, y cuándo les tocará el turno a los de arriba (la familia real, los banqueros y otros tiburones financieros, la clase política...), y podríamos continuar ad infinitum y en todos los terrenos.
Ahí está por ejemplo la nefasta política pro-marroquí que gasta el gobierno hispano con respecto al Sahara guiada por los intereses económicos, y con unas declaraciones de provocar el pasmo (luego se conocen los secretos del asesoramiento del gobierno de Zapatero al gobierno marroquí para solucionar el problema concediéndoles un cierto grado de autonomía)... y para colmo de colmillos luego vienen cargos -del gobierno vascongado o alcaldes del mismo partido- y cuelgan banderas de la república saharaui en los balcones municipales, reciben a los representantes polisarios y muestran su inequívoca postura de apoyo al pueblo de aquel lugar, colgándose así medallas indebidas, entre el cinismo más vil y la hipocresía más descarada.
Y para que la cosa quede más presentable sacan pecho ante, por ejemplo, los controladores aéreos (que dicho sea de paso no seré yo quien les apoye) cuando su desmadre ha supuesto perjuicios a seiscientas mil personas, minoría( y que me perdonen) desde luego con respecto a la totalidad de los perjudicados por las medidas restrictivas dictadas por esa casta privilegiada (los gestores del capital) de oficio sus políticas.
En fin, que no se preocupe el capital siempre tendrán a la socialdemocracia para que les haga el trabajo sucio.
Eso sí, ellos velan por nuestra salud (me refiero a la cosa del tabaco), y las continuas limitaciones que nos imponen no perjudican la salud, faltaría más... quizá alguna pastillita contra la depre y alguna úlcera para los más sensibles (si puedes pagártela). Evitaré, no obstante, embalarme más, ya que el motivo de estas enfurecidas líneas vienen provocadas por otro motivo, o pretexto.
Un joven anciano de noventa y tres años, nacido en 1917 en Alemania y naturalizado francés a los diecisiete años, acaba de publicar hace dos meses un librito (¿panfleto?) que por el momento lleva vendidos más de quinientos mil ( digo bien: 500.000) ejemplares , lo que le ha convertido en un destacado best-seller.
Indignez vous!» es el título de este libro de treinta y un páginas -diecisiete, si nos referimos al texto de Stéphane Hessel propiamente dicho- cuyo precio es de tres módicos euros y que ha sido editado por «Éditions indigene» (www.indigene-editions.fr), editorial dedicada «a los saberes y las artes no industriales de las Primeras Naciones -aborígenes de Australia, indios de América, tibetanos, inuit, maorís...-. Sin olvidar los «indígenas» de nuestras propias sociedades, estos pioneros, entre nosotros, que entienden romper con las lógicas mercantiles, proteccionistas, estandarizados, apuntando nuevos polos de autoridad intelectual y de viabilidad económica».
Completo la información señalando que la colección en que aparece la obra se llama «los que marchan contra el viento» («ceux qui marchent contre le vent»), es indudable que el título -tomado de unos indios norteamericanos- le viene que ni pintado al texto del combativo caballero.
La invitación de Stéphane Hessel a indignarse la hace ante el espectáculo de la injusticia que se observa se mire hacia donde se mire.
Recortes sociales, actitudes racistas con los inmigrantes, las diferencias crecientes entre quienes más tienen y quienes nada poseen, el infame tratamiento con los sin-papeles, el estado lamentable del planeta, la locura desarrollista que no conduce más que a esquilmar la tierra, la dictadura de los mercados financieros y un largo etcétera; espectáculo absolutamente visible de Pirineos para abajo.
El estado de indignación es el que impulsó a los resistentes a oponerse al nazismo, y a sus colaboradores locales.
Pues bien, como buen resistente, quien participase en tales redes, reivindica para hoy ese espíritu de indignación contra toda injusticia, poniendo sobre la mesa cuestiones que entonces constaban en el Programa del Consejo nacional de la Resistencia (educación pública para todos, seguridad social, jubilación digna, que los intereses públicos primen sobre los privados...), condiciones que a pesar del tiempo transcurrido siguen mostrando una pertinencia impepinable.
Ya lo hicieron saber indignados otros resistentes, en un llamamiento del 8 de marzo de 2004, entre los que se encontraban Georges Séguy, Lise London, Germaine Tillion, Jean-Pierre Vernant o el mismo Stéphan Hessel, este combatiente que en su momento fue detenido por la Gestapo y escapado de dos de los campos de concentración en los que fue encerrado Buchenwald y Dora).
La indignación que propone, que urge a las nuevas generaciones, Hessel se ha de plasmar según el agitador en redes organizativas como en su tiempo se organizó la Resistencia, utilizando medios no-violentos (si bien Hessel llega a comprender -refiriéndose al caso palestino- que cuando un pueblo es machacado, la violencia surja como muestra de exasperación ante las situaciones inaceptables) manteniendo en alto la bandera de la «cólera intacta contra la injusticia».
Ya que «crear es resistir. Resistir es crear»; y además ya está bien .