No se sabe con exactitud cuantos años lleva celebrándose la tamborrada en la capital guipuzcoana, pero hay varias teorías al respecto. La versión más popular cuenta que la tamborrada conmemora la ocupación napoleónica entre 1808 y 1812. Cuando los militares que ocupaban la capital guipuzcoana tocaban sus tambores mientras desfilaban y las aguadoras respondían golpeando los barriles que utilizaban para recoger agua.

Algunos atribuyen su origen al redoble que sobre las herradas producían las chicas de servicio, mientras esperaban su turno ante una de las tres fuentes abastecían de agua la ciudad, sin mencionar nada sobre la ocupación que tuvo lugar años antes.

También hay quien dice que el origen de la tamborrada está en las comparsas del Carnaval, la Mascarada de ciegos valencianos y la Comparsa de jardineros que salían a las tres y media de la madrugada a la calle tocando un zortziko con sus barriles desde la sociedad La Fraternal.

En lo que todas las versiónes coinciden es que la primera tamborrada en desfilar como tal fue la de la Unión Artesana, creada en 1870. Más tarde se les unieron otras sociedades como Euskal Bilera (1907), Umore Ona (1908), Gaztelubide (1934), Ur Zaleak (1936), Vasconia (1948), Kondarrak (1950) o Ibaeta Ibadan (1954), las más veteranas de la tamborrada actual. Hoy en día son ciento once los grupos formados por hombres y mujeres que, vestidos con trajes inspirados en el siglo XIX, tocan la marcha de San Sebastián en la plaza de la Constitución en el momento en el que el alcalde iza la bandera durante el primer minuto del 20 de enero.

Pero antes de que llegue ese momento esta noche, las compañías saldrán cada una desde su barrio e izarán la bandera en un lugar representativo. Después de tocar durante unas horas se reunirán, cada una en su sociedad correspondiente, para cenar en buena compañía. Aunque el menú tradicional de este día consista en consomé, angulas, solomillo y pantxineta, las sociedades gastronómicas tienen que hacer uso de sus conocimientos culinarios y sustituir las prohibitivas angulas por otros platos igualmente suculentos pero más asequibles.

Así, por ejemplo, los socios de la veterana Unión Artesana cenarán esta noche hojaldre relleno de foie y manzana con salsa de Oporto, changurro a la donostiarra, consomé, merluza al horno con refrito de limón, solomillo a la plancha con guarnición de temporada y tarta con helado.

«Bagara, gu ere bai»

Esta media noche todos los ojos estarán puestos en la famosa plaza de la parte vieja donostiarra, que se llenará de redobles de tambores y barriles. La tamborrada comenzará a las 23.25 para ir calentando motores, y después de que el alcalde inicie oficialmente la fiesta con la izada de la bandera, las tamborradas tocarán una tras otra las famosas canciones compuestas por Raimundo Sarriegi en 1860. Aunque las canciones han sido renovadas incluso hasta el extremo de crear una versión remix para discotecas de la marcha de San Sebastián, será poca gente la que no cante esta noche su letra: «Bagara/ gu ere bai/ gu beti pozez/ beti alai».

Después de tocar en la plaza, las tamborradas se repartirán por toda la ciudad y cada una respetará las horas en las que le toca hacer un poco de ruido por la calle, ya que no habrá ni un instante en el que los tambores y barriles se callen. Aun así, el ambiente festivo se dejará notar tabién por la tarde, horas antes de que los grupos ataviados con elegantes trajes tomen Donostia. De echo, a las seis de la tarde el Ayuntamiento otorgará el Tambor de Oro en el salón de plenos del edificio consistorial.

Mañana será el día grande de Donostia, después de haber pasado toda la noche sin parar de aporrear los tambores. Las tamborradas volverán a salir a la calle a gastar las últimas fuerzas para tocar incesablemente hasta la media noche.

En ese momento, la sociedad Unión Artesana pondrá el broche final a la fiesta y, junto con la arriada de la bandera, Donostia volverá a ser una ciudad tranquila, no antes de que suenen conocidas canciones que ya son tradición como el himno de la Real Sociedad o Cosacos de Kazan. Con esta fiesta Donostia coge carrerilla para preparar los trajes que lucirán en las calles los próximos meses, primero el de calderero húngaro el primer sábado de febrero, y después el de Artzaiak eta Iñudeak al siguiente domingo. De este modo, los donostiarras anuncian la llegada de unos Carnavales que este año serán tardíos.