«Ramplona» o la pantomima de pelear por una capital cultural
Las campañas para demostrar lo bien que se gestiona la cultura en una ciudad mientras se tijeretean los presupuestos ahogando a compañías y artistas es lo que narra «Ramplona 2016. La siesta de la cultura», una sátira de lo ocurrido con la candidatura cultural en Iruñea.
Aritz INTXUSTA |
Se parecen, pero no son. Por su vestimenta parecen roncaleses, pero no lo son. Ramplona y su alcaldesa tienen un aire a Iruñea, pero no son exactamente iguales. Y lo mismo podría decirse de Tabarra y Nafarroa. Lo importante es aparentar. «Ramplona 2016» es una obra de teatro, con seis actores sobre escena que sacan los colores a la candidatura de Iruñea para convertirse en capital de la cultura utilizando como arma fundamental la publicidad, la apariencia.
Miguel Goikoetxandia, padre del texto, tiene muy claro que la cultura puede ser el motor de una ciudad, pero siempre y cuando la apuesta sea seria y no una farsa. `«`Ramplona' constituye una crítica a una forma de hacer política cultural. Resulta sonrojante presentar una candidatura cuando tu gestión recibe quejas sistemáticas y el mundo de la cultura vive su momento más complicado en mucho tiempo».
Por la Ramplona que imaginó Goikoetxandia desfila su ilustre alcaldesa, poderosos empresarios, los comisarios europeos, gobernantes tabarros y periodistas. «No queríamos algo igual. La alcaldesa no se parece físicamente a la alcaldesa. No se trata de personalizar, sino subrayar lo ridículo de la situación, denunciar toda la farsa que supone una candidatura como ésta».
Iluna Producciones se ha preocupado mucho en dar vida al Reino de Tabarra. Realizó un concurso público para elegir el nuevo himno del reino, que ganó Joan Goenaga. Además, en Ramplona no sólo hay salas de conferencias y salones de actos, sino que algunas de las escenas permitirán conocer lugares más recónditos, pero con mayor uso, como los locales del INEM de la ciudad.
La cultura es algo vivo. Nace desde abajo, desde los artistas y los colectivos y, sin ellos, se seca. Sin embargo, la decisión de convertirse en una Capital de la Cultura viene de arriba y la candidatura la diseñan los gobernantes. «Esto produce una situación irreal y, por qué no, ridícula. De ahí el esperpento y la sátira que bulle por toda nuestra representación», continúa Goikoetxandia. El autor denuncia que mientras todo esto ocurre los artistas en general, y los grupos de teatro en particular, están pasando una grave crisis e incluso, algunas de estas compañías están a punto de desaparecer. Responsabiliza de esta situación a quienes se encuentran arriba, puesto que son los presupuestos los que han dejado a los grandes financiadores de las compañías de teatro, los ayuntamientos, sin apenas recursos para contratarlas.
La aportación de Iruñea 2016
Pese a que sólo es una pantomima, resulta imposible desligar del todo a Ramplona de Iruñea y al fracaso de su candidatura. Si el lema de la capital navarra fue «Pamplona, la fiesta de la cultura», el de Ramplona es «La siesta de la cultura». «Todos sabíamos que esto no iba a prosperar. El proyecto estaba mal vendido y mal comunicado», dice Goikoetxandia. Está convencido de que la ciudad debe despertarse de esta siesta cultural en la que se ha adormecido, pero «para eso no hay que poner fechas, ni organizar eventos. La cultura hay que construirla poco a poco y entre todos», continúa.
La candidatura de Iruñea fue tumbada a las primeras de cambio en la pelea por la capitalidad cultural. En pocos meses desaparecieron todos los carteles, la propaganda, los folletos y amén de iniciativas publicitarias. Lo que fue importantísimo, pasó a ser irrelevante. El dinero se despilfarró y la cultura se quedó igual. Puede que el único aporte cultural que haya dejado la candidatura sea la invención de Ramplona. Si así fuera, se recordaría con una sonrisa...