CRíTICA flamenco
El cante jondo de Carmen Linares
C. VELÁZQUEZ-GAZTELU I
Como mujer del oriente andaluz, nos hizo unos cantes de Levante a la perfección, meciéndolo en forma de cartageneras, mineras y tarantas. El público no tardó en darse cuenta de quien estaba en el escenario era una mujer estudiosa del cante grande, con una gran sensibilidad y con un conocimiento musical exquisito. No en vano fue proclamada en el 2001 Premio Nacional de Música.
No pudieron faltar en su repertorio unos cantes por soleá: «La salud y la libertad/ son prendas de gran valía/ y no nos damos cuenta/ hasta que no están perdías». También cantó la afamada “Baladilla de los tres ríos” y “El poeta no tiene quien le escriba” de Lorca, una canción flamenca por soleá por bulería. Siguió con el poeta granadino con “Asesinado por el cielo” del “Poeta en Nueva York”, por granaínas y cantes de Málaga. La noche se presentó fría, aunque el ambiente hizo que no se sintiera.
La segunda parte del espectáculo comenzó haciendo referencia a su último trabajo, “Raíces y alas”, con los poemas de Juan Ramón Jiménez, concretamente los temas “Llanto”, por bulerías por cuplés; “Canción de Madre”, unas nanas flamencas rematadas por verdiales, y “Remembranzas”, por alegrías. El compás y el jaleo corrieron a cargo de Javier y Ana María González, que se hicieron notar en esta parte final en forma de bulerías con letras de los poetas antes mencionados. En el fin de fiesta se atrevió Ana María González a cantar y a bailar, lo cual dejó al público atónito, por su forma visceral. Nadie se quería levantar de su asiento. Como postre, Linares nos regaló un cante por tonás, sola entre las bambalinas del Teatro de Barakaldo. No cabe duda que Carmen es hoy en día la cantaora con más compromiso social, que reivindica en su cante el lugar que ocupa la mujer en el mundo del flamenco.