El Cáucaso Norte sin solución y Rusia sin paz
El aeropuerto de Domodedovo, el de más tránsito de Moscú, sufrió ayer un terrible atentado. La explosión, al parecer obra de un suicida, produjo más de treinta y cinco muertos, decenas de heridos, muchos en estado crítico, y un escenario de guerra y desolación.
Tanto los indicios como los precedentes apuntan hacia la insurgencia islamista del Cáucaso Norte, mayoritariamente musulmana y que engloba a Chechenia, Ingushetia y Daguestán. Un territorio que es escenario de una guerra no declarada, olvidada para muchos, que ha hecho desaparecer a generaciones enteras. Pero que de manera repetitiva se hace presente, bien en el corazón de Moscú, bien en los centros de vital importancia como la red de ferrocarril o el metro. Las consecuencias del atentado de ayer pueden ser previsibles en dos direcciones: inflamará la ya de por sí tensa relación entre los inmigrantes del Cáucaso y los rusos eslavos, que el mes pasado se enfrentaron en Moscú con manifestaciones que tuvieron un resultado de muerte. Y aumentará la retórica guerrera de los securócratas del Kremlin, que tan buen resultado ha dado al presidente Medveded y su antecesor Putin. Pero la realidad seguirá mostrando en toda su crudeza que el actual liderazgo ruso es incapaz de buscar una solución política al conflicto en el Cáucaso Norte. Esa opción parece la única que dotará de estabilidad la turbulenta región, y traerá la paz a Rusia.