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Jurgi San Pedro y Nicolás Xamardo Estudiosos de Oteiza

Monumento al Prisionero Político (Des)conocido

Londres 1953-Euskal Herria 2011

Londres 1953. Medio centenar de países copatrocinan un concurso de escultura internacional. El prisionero político desconocido es la idea a (re)presentar. La postguerra ha dejado mucho combatiente por la humanidad sin dignificar. Participaron 3.000 sujetos artistas, tan diversos como las naciones de procedencia.

Los vascos lo hicimos, aunque sometidos a pabellón español. Eran momentos de reciente incorporación a la legalidad política internacional de la dictadura de Franco, que aliado formal y sumisamente al hoy moribundo imperio y a su red seudo-institucional mundial, apostaba por el abstraccionismo; gesto de aparentar estar al día, de aparecer como un liberal en la escena internacional. El lobo con piel de cordero. De nuevo el arte sometido a la política, la política aparentando lo que no es.

Nuestro competidor, Oteiza, escultor experimental en aquel momento, censurado por el Vaticano por atreverse a representar al apostolado con una cifra y con una forma que no casaban con la catequesis imperante. Hablamos del llamado Friso de la Basílica de Arantzazu, centro neurálgico espiritual de las tierras vascas, a escasos kilómetros del caserío de Lope de Aguirre. En un lugar donde acaban las carreteras y empieza el cielo, eligió representar a 14 apostóles, vacíos en su forma arquitectural. Nada más abstracto y hermosamente significante a la vez. La infinitud del apostolado y su carácter absolutamente desprendido.

Oteiza se mantuvo en sus trece, y esto es lo que dejó escrito y dicho sobre su propuesta «abstracta», lección de pensamiento político perenne para el resto de compatriotas bajo pabellón ajeno e impuesto:

«Hemos partido del concepto de hiperboloide como expansión del cilindro, como nueva unidad geométrica y sensible del nuevo concepto del universo en expansión constante y, al mismo tiempo, como imagen espiritual del hombre nuevo, obligado moralmente, políticamente, a poner su corazón en el exterior, exactamente la actitud del prisionero político, la naturaleza del verdadero prisionero político.»

Aunque a muchos esto les puede parecer una abstracción difícil de entender, el mensaje es simple y claro. Mensaje que sólo se entiende siendo fieles a nuestra realidad, donde «el verdadero prisionero político» sigue encarcelado. Pero dejemos que el maestro nos dé las claves:

«Hemos concebido este monumento como una articulación simple y abierta de un sistema formal liviano. El conjunto está constituido por tres líneas divergentes: una caída sobre el suelo, dos levantadas, columnas cambiantes, que se separan de la tierra, configurando un vacío interior que es la sustancia expresiva y trágica del monumento (...) El doble contorno exterior se expresa como un gran hiperboloide vacío, como nueva imagen prometeica, triunfante, con su corazón activo en el exterior, en forzosa comunión activa con cada espectador.» ¿Imagen prometeica?

Euskal Herria 2011. Seguimos con prisioneros políticos, con homenajes, y esculturas, y una viva reivindicación, imagen espiritual de hombre nuevo: Euskal presoak, Euskal Herrira, etxera!

Si es cierto que toda obra de arte universal es la puesta en forma de un concepto, ¿cuál es la idea que está presente y, por lo tanto, explica la referida escultura del maestro oriotarra? Estamos ante la reactualización del mito de Prometeo, símbolo universal del prisionero de conciencia, representado de modo no figurativo, desde la dialéctica vacío/lleno.

Leamos el movimiento presente en la obra: Como el propio Oteiza indica, el preso siempre tiene un punto de anclaje en el suelo, condición necesaria para sufrir y conocer las leyes injustas de la sociedad contra las que se rebela; es decir, primado de la práctica; pero, al tiempo, debe alejarse de esa realidad social para poder anticipar un mundo nuevo, en expansión constante en el que se vayan superando progresivamente las injusticias contra las que lucha; es decir, teoría: proyecto político.

O sea, la persona presa está en dialéctica permanente (práctica/teoría/práctica; ley injusta/forzamiento de la ley/ley nueva, etc.). Para ello, dato importante, el prisionero pone su corazón en el exterior; o sea, al servicio de los demás (de su pueblo, en este caso), combatiendo la vieja sociedad y alumbrando la nueva. El corazón, símbolo del valor, es el que le da el coraje necesario para superar el temor a la reacción brutal del poder, la tortura, cada vez que violenta la ley española y la fuerza precisa para avanzar hacia una Euskal Herria libre; soberana, socialista, anti-imperialista.

Asimismo, sorprende el término «desconocido» para referirse a quien está encarcelado por sus ideas políticas, habida cuenta de que, si de algo alardean las instancias penitenciarias, y en especial las españolas, es de conocer hasta los aspectos más íntimos y personales de las presas y presos políticos vascos (¡bien sabemos con qué objetivos!).

Y, entonces, ¿cómo entender ese nombre de apariencia paradójica? Para nosotros, la respuesta está en la idea que Oteiza universaliza: todo preso político, toda presa política -y ésa es su verdadera esencia- es para el poder, para el estado que lo tiene cautivo, el gran desconocido. Y es que el proyecto político de la prisionera política vasca (independencia y socialismo para Euskal Herria) es irrepresentable para el Estado español. Y, en consecuencia, quienes lo soportan lo son también; convirtiéndose, más allá de las simples apariencias, en verdaderos extraterrestres para ese Estado y sus servidores.

Decíamos que esta obra maestra de la escultura contemporánea, reactualiza un mito clásico, convertido en referente teatral por Esquilo: Prometeo roba el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. En castigo, el rey de los dioses le impone el peor de los suplicios: atado a una roca, un águila le devoraba el hígado, que se regeneraba diariamente... Sin embargo, el preso conoce el fin que le espera a Zeus; y éste, cuando se entera, envía una serie de mensajeros para que le digan al cautivo que si le revela el secreto, lo dejará en libertad -de esto también saben mucho los presos y presas políticas vascas-. Prometeo, después de escuchar los mensajes y despachar a los mensajeros, en la peor de las situaciones imaginables, responde así a la propuesta de Zeus: «Primero libérame y luego te revelaré el secreto.»

Oteiza es el pensador, el político, el artista, el abertzale que nos descubre también, con su obra, un elemento no desvelado en el famoso mito universal: que Prometeo, el prisionero, era un verdadero desconocido para Zeus. Y es que no entraba en la cabeza del rey de los dioses que nuestro héroe fuese capaz, por amor a la justicia, de superar el temor al castigo y que no estuviese dispuesto a aceptar el chantaje del poder para lograr su libertad. ¿A quién nos recuerda la figura del mítico héroe clásico?

Sin duda, fue la sensibilidad nacional y social de nuestro pensador y artista universal la que le movió a materializar el amor y profundo respeto por las presas y presos políticos en una obra maestra, basada en la idea genérica, universal, de prisionero político (todos los presos y presas de todos los tiempos y de todos los lugares...); pero, eso sí, desde Euskal Herria. Y a la que dio el nombre, sorprendente, de «Monumento al Prisionero Político Desconocido». En eso también sintoniza el patriota Oteiza plenamente con la sensibilidad de decenas de miles de personas en Euskal Herria, que sienten un cariño profundo por las presas y presos políticos vascos, a quienes sí conocen y quieren de verdad. De ello, por ejemplo, es testimonio la impresionante manifestación del 8 de enero en Bilbo.

Por eso, desde el aquí y ahora de Euskal Herria, sostenemos que el Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos da nombre propio al Monumento al Prisionero Político (Des)conocido que, a pesar y más allá de UPN y PSN, se encuentra en la capital histórica, y futura, de Euskal Herria, en Iruñea.

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