Tras Egipto, la duda es quién será el siguiente
Martxelo DÍAZ Periodista
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, sabe que tiene las horas contadas. Tras la movilización del viernes, hasta EEUU ha constatado que las cosas no pueden seguir como hace apenas un mes.
Tras la victoria de los sectores populares en Túnez, que aún siguen en las calles para que no les roben su revolución, el pueblo árabe se ha dado cuenta de que ya no tiene que aguantar a sátrapas despóticos a quienes sólo les interesa llenar su bolsillo y el de su clan.
El pueblo árabe ha demostrado que quiere ser tenido en cuenta, que la patraña de que necesita el caudillismo por cuestiones culturales ya no tiene sentido y que quieren que su voz sea tenida en cuenta.
El reto es que la ciudadanía tunecina y la egipcia puedan ser dueños de su destino y elegir su futuro. Exactamente, lo mismo que reclamamos para nosotros. Y si optan por el islamismo -por cierto, los únicos que han hecho verdadera oposición en Egipto en los últimos años- habrá que aceptar su decisión. Lo que es seguro es que no elegirán a Gamal Mubarak. Y probablemente, tampoco al recién llegado Mohammed El-Baredei.
Las protestas se extienden como una mancha de aceite (de oliva, evidentemente) por todo el mundo árabe y ningún mandamás está tranquilo. El presidente yemení sube el sueldo a policías y militares para que repriman mejor y se queja al emir de Qatar de que Al-Jazeera difunde las protestas. El rey jordano dice que hay que hacer reformas. Quizá ya sea tarde para los mandatarios de Sana'a y Amman y sean los siguientes. Pero la lista es larga y al pueblo árabe se le ha acabado la paciencia.