GARA > Idatzia > Iritzia> Editoriala

El país demostró su nivel y la élite política, que no lo tiene

El pueblo trabajador vasco dio otra lección al apoyar masivamente la tercera huelga general. Como ocurriera con la multitudinaria manifestación de apoyo a los derechos de los presos de Bilbo, o la más reciente convocada por los firmantes del Acuerdo de Gernika en Iruñea, Euskal Herria volvió a demostrar que es un país en marcha, con conciencia y músculo popular suficiente para sostener una apuesta de cambio. Una apuesta que inteligentemente gestionada y conducida en el tiempo contiene un enorme potencial no sólo para causar dolores de cabeza a los responsables del expolio y los recortes de los bienes colectivos, sino también para ocupar el carril central de la sociedad, confrontar ideas y proyectos y, con ambición y programa, liderar el país.

La huelga general retrató, a su vez, un país donde el divorcio entre la élite política y la gran sociedad volvió a manifestarse. Los primeros, tras haber interiorizado los valores y dictados del neoliberalismo hasta el punto del absurdo y la brutalidad, volvieron a comprobar que también en estos tiempos, duros y difíciles, donde algunos pretenden que el fatalismo se instale en las conciencias, ni la resignación es una opción y una actitud para encarar el futuro, ni la capitulación ante la impunidad del capital parte de la cultura política vasca.

Un país que cuando tiene que responder, responde y lo hace incluso en condiciones muy adversas. Que cuando tiene que exigir, exige a los dirigentes políticos estar a la altura, acorde con los ejemplos que una vez tras otra está dando el país. Que demanda que nadie decepcione la contenida ilusión y las credibilidades que se van recomponiendo en esta nueva coyuntura.

Triste espectáculo

Por ello es comprensible la amargura que recorre el sentir general de la gente abertzale de izquierdas. El triste y deprimente espectáculo de Nafarroa Bai ha retratado una política sin estatura, fragmentada, polarizada y bloqueada. Pero también una clase de políticos incapaces de llegar a compromisos racionales, que sin romper sus promesas ni vender sus principios sean capaces de ofrecer a la gente en Nafarroa ganancias parciales en cuestiones morales y tácticas. Unos políticos ensimismados en florituras pero incapaces de hacer concesiones en favor de honorables razones y, por interés propio y de corto plazo, muy dados a exigírselas a otros. Más interesados en apuntarse un tanto que en hacer que el cambio en Nafarroa, aun lenta e imperfectamente, gane tantos y mejore en su posición y en sus méritos. Ante el descorazonador espectáculo, en el pensamiento colectivo la duda se amplifica comprensiblemente: si ése es el nivel de los políticos, el problema es, sencillamente, que no hay nivel.

Patxi López dio otro ejemplo, tan ilustrativo como desolador, en la misma dirección. En unas declaraciones zafias, torpes pero muy reveladoras, situó el fin de ETA como el punto de inicio para que el euskara camine de la mano de la libertad. Además de presentar un Consejo Asesor del Euskara con extremistas de otros tiempos como Jon Juaristi, se retrató a sí mismo. Ignora la historia, falsifica la realidad y persiste en el error teniendo la verdad contra uno mismo. El euskara se abrió camino en tiempos de opresión, prohibiciones y castigos, se dotó de instrumental -como las ikastolas o las gaueskolas- para su extensión, entre otras cuestiones, porque hubo un factor como ETA, una cerilla que alumbró la larga noche del franquismo. Independientemente del juicio que merezca ETA, desde la honestidad intelectual y el rigor en el análisis parece evidente. El euskara ha hecho ese recorrido porque es mucho más que un idioma. Es alma de identidad, un todo, y si se perdiera, este país se perdería en la nada. No debiera olvidarlo Patxi López la próxima vez que salga a insultar a la inteligencia y a los euskaldunes.

Cenizas que abonen una nueva cultura política

Todo ello nos sitúa ante el reto de construir una nueva cultura política, con interlocutores políticos oxigenantes, capaces de ir limpiando y saneando la atmósfera y de canalizar el camino hacia el cambio radicalmente democrático que exige el nuevo tiempo y merece el país. En el desafío de conseguir que las cenizas de los viejos tiempos de polarización y bloqueo, y sus paradigmas, sean abono para una nueva cultura política y una nueva generación de dirigentes de estatura y altura, con políticos capaces de simbolizar esa actitud, de desarmar los venenosos lenguajes. Los que sean incapaces no son necesarios, sobran.

Nos encontramos en una situación de tránsito donde desgraciadamente los tics y los comportamientos del pasado son todavía muy presentes. Pero la metamorfosis ya está en marcha. Los fragmentos del actual mapa político desaparecerán para compactarse en una nueva realidad, y con ello la inflación de siglas y los juegos terminarán, dejarán de obstruir el potencial y de hacer casi inoperativo el funcionamiento interno de los consensos básicos como el del Acuerdo de Gernika. Y nunca más se permitirá que nadie impida hacer del reto electoral algo ilusionante que alimente la espiral del cambio.

Será necesario seguir excitando las posibilidades de cambio, un abrazo optimista del riesgo y que el afán de descubrir soluciones hoy desconocidas siga entrando con fuerza en la política vasca. Podrán oponerse, pero al final es la gente del país la que da la medida de lo posible y la que quita los obstáculos de lo imposible. Y que nadie olvide que este país tiene una gente de mucho nivel.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo