«La Iglesia y la sociedad nos piden responder a nuevos retos apostólicos»
Superior de la provincia de Loiola
Este tolosarra será hasta 2014 el Superior de los Jesuitas de Loiola, por lo que deberá enfrentarse al reto de la unificación de las cinco provincias de la Compañía de Jesús en el Estado español. Profesor de Derecho Natural y Canónico, ha ostentado cargos de responsabilidad en Deusto.
Agustín GOIKOETXEA | BILBO
El Superior de los Jesuitas de Loiola justifica la transformación de la organización de la Compañía de Jesús en los nuevos retos apostólicos, escapando de lecturas en otra clave que se han hecho, que estiman que la realidad de la Iglesia vasca se diluye un poco más por intereses ajenos a los propios creyentes locales. Este joven provincial lo niega.
En estos tiempos de secularización de la sociedad, ¿cómo se llega a la Compañía de Jesús?
Detrás de cada jesuita hay un proceso particular, pero existen algunos elementos que ayudan a tomar esa opción: el cultivo de la fe en la familia, la huella que otras generaciones de jesuitas dejan en nosotros... Lo que es común en todos es una fascinación por la persona de Jesucristo, por la misión de la Compañía de Jesús, por su compromiso con la fe y la justicia, y el deseo de trabajar en las fronteras de nuestro mundo. En mi caso, tomé esta opción a los dieciocho años, tras cuatro años de contacto directo con los jesuitas de Azpeitia y la experiencia crucial de los ejercicios espirituales de San Ignacio.
¿Cuál es el perfil de los jesuitas vascos?
La Provincia de Loiola cuenta ahora mismo con 250 jesuitas, cuya media de edad es de 73 años. Estamos trabajando cuidadosamente la coparticipación de los laicos en la misión de la Compañía de Jesús. En este momento, la misión que la Iglesia nos ha confiado es demasiado grande como para que podamos llevarla nosotros en solitario. Además, pensar que podemos realizar solos lo que el Señor nos pide constituiría un acto de arrogancia. Hoy día, cuando vemos que el horizonte de nuestra misión se ensancha, experimentamos la colaboración con otros con humildad y alegría y como un aspecto constitutivo de nuestro modo de proceder.
¿Cómo se llega tan joven a ser Superior de los jesuitas vascos?
Es en ese contexto en el que hace dos años y medio asumí el provincialato. Fui nombrado por el Padre General siguiendo el procedimiento habitual de consultas a todos los jesuitas de la provincia. No es un cargo al que «se llega» como quien obtiene un éxito profesional. La vocación y disposición al servicio de los jesuitas nos llevan a desempeñar muy diversos cometidos a lo largo de nuestras vidas. A mí es el mismo espíritu el que me mueve hoy, que el que lo hacía cuando era profesor de Deusto, o cuando he trabajado en obras sociales o en pastoral.
Recientemente ha cumplido 45 años, ¿no le ha dado vértigo afrontar esta fase de reestructuración de la Compañía?
Indudablemente es un reto formidable, pero no hablaría de vértigo. Como decía Pedro Arrupe, lo que verdaderamente nos ha de asustar es esperar con los brazos cruzados y no hacer nada por miedo a equivocarnos. La Iglesia y la sociedad cambiante nos reclaman responder a nuevos retos apostólicos, para los que necesitamos situarnos en un contexto más amplio, que en nuestro caso es el europeo. He formado parte del proceso de reflexión que llevó a los cinco provinciales del Estado español a solicitar al Padre General el inicio de este proceso y estoy convencido de que puede ser una oportunidad de renovación.
La Provincia de Loiola nació hace medio siglo. ¿El proyecto de provincia única para el Estado español puede considerarse una vuelta atrás?
En los más de 400 años de Compañía de Jesús en España ha habido 13 reestructuraciones en distintas provincias y regiones. La demarcación institucional ha de ser en cada momento la más apropiada para la realización de su misión. Eso requiere de flexibilidad y generosidad por parte de todos para cambiar nuestras formas de funcionar. El contexto actual reclama una mayor dimensión. Italia y Francia ya pasaron hace unas décadas de ser varias provincias a ser una única. Nos toca ahora a nosotros. Es algo asumido.
¿Cómo pretenden que sea esa Provincia de Loiola integrada en la española?
La futura Provincia de España va a mantener dos plataformas territoriales: una para el territorio que ahora comprende la Provincia de Loiola (Comunidad Autónoma Vasca y Navarra), y otro para Cataluña. La Compañía de Jesús sabe que para llevar a cabo una labor apostólica eficaz en estos territorios con particularidades culturales, necesita adaptarse o como decimos nosotros inculturarse en esas sociedades. El objetivo es que esa plataforma territorial sea un instrumento eficaz para que cumpla su misión en la sociedad: anunciar y ser testigo de Jesucristo y del Reino de Dios, promover la justicia, y estar en las fronteras tendiendo puentes de diálogo y reconciliación.
A pesar de que se contempla que las provincias de Loiola y Tarraconense mantengan sus peculiaridades, ¿será lo mismo que en las últimas décadas?
El documento que define la estructura de gobierno para la nueva provincia justifica la erección de las dos plataformas territoriales de las que le hablaba (Loiola, y Tarraconense) afirmando que estos territorios tienen «características eclesiales, culturales, históricas y lingüísticas» que hacen de ellas «un contexto propio de misión». Ése es el motivo de que se creen esas estructuras, y ése es el espíritu que las guiará, por lo que la integración no debería afectar de ninguna manera al arraigo de la Compañía en nuestra sociedad.
¿Serán muy diferentes los jesuitas vascos en 2016?
En absoluto, seguiremos trabajando en nuestras instituciones, obras, comunidades y templos como hasta ahora, intentando ser un testimonio de seguimiento a Jesús y compromiso con la justicia. Lo importante no es el entramado institucional en el que nos organicemos, sino la voluntad de trabajar en las fronteras de nuestra sociedad, ya sean fronteras sociales en las que comprometernos con los más débiles, o fronteras intelectuales en las que fomentar un pensamiento valiente y abierto al encuentro con otras sensibilidades.
En 2005, incluso antes de la Congregación General 35 de la Compañía en Roma, se estableció una hoja de ruta específica de la Provincia. ¿Se va cumpliendo?
El proyecto se aprobó en 2005. El proceso de aplicación que se ha llevado a cabo a partir de entonces ha sido muy intenso para todos: jesuitas y laicos colaboradores. Se han abierto cauces de participación e implicación y la Provincia ha crecido en corresponsabilidad y en el discernimiento de nuestra misión compartida. Hemos aprobado una actualización de ese proyecto, fruto de un trabajo muy participativo de dos años. Esta hoja de ruta va a permitirnos seguir fortaleciendo la identidad ignaciana de nuestras obras, su excelencia y su compromiso con los pobres y excluidos como exigencia de nuestra fe.
Uno de sus compromisos de apostolado es la educación; ahí está, por ejemplo, la Universidad de Deusto con sus 125 años. ¿Cómo le afectará este proceso?
El contexto en el que trabajan las universidades está cambiando vertiginosamente. Para que se haga una idea: en los últimos dos años Deusto ha experimentado la mayor transformación de esos 125 años de historia. Apostar por la suma de esfuerzos y la internacionalización es ineludible para cualquier universidad que quiera estar entre las mejores en las próximas décadas. Deusto está haciéndolo sin dejar por ello de ser una universidad vasca, algo que le aporta además un enorme valor añadido.
La colaboración con otras universidades de nuestro entorno ha sido una de las claves de esta apertura, y desde 2004 forma parte de una federación de universidades jesuitas del Estado español llamada UNIJES. La unificación de provincias es un proceso coherente con el contexto que vive actualmente el mundo universitario.
¿Es una universidad elitista?
Deusto tiene un compromiso explícito de procurar que el menor número posible de personas con aptitudes se quede sin acceso a ella por motivos económicos. Pero hay que tener en cuenta que Deusto no goza de un modelo de concertación como el de la Educación Primaria y Secundaria, algo que ha planteado reiteradamente a las instituciones. Resulta encomiable la cantidad de recursos propios que Deusto dedica para becas, pero la solución óptima pasaría por una correcta definición del sistema universitario vasco.
Muchos teólogos jesuitas se encuentran entre las voces más críticas con la Iglesia oficial. ¿Son aún una de las congregaciones más «rebeldes»?
Eso es una errónea interpretación del carácter de los jesuitas. Nuestro compromiso de estar en las fronteras, también las teológicas, buscando siempre responder a las aspiraciones más profundas del corazón humano, nos impulsa a un continuo diálogo con el mundo contemporáneo y con otras creencias. Esto forma parte de nuestra tradición de respuesta creativa a la llamada del Espíritu.
Habitar esas fronteras, intentando tender puentes y leer los signos de los tiempos -como reclamaba el Concilio Vaticano II-, significa asumir riesgos. Ciertamente no yerra quien no arriesga, y nosotros preferimos errar a no arriesgar. Pero la última Congregación General mostró de manera fehaciente el compromiso de los jesuitas por acrecentar cada día nuestro amor a la Iglesia.
¿Hay espacio para las voces críticas en la Iglesia del siglo XXI?
Cada día es más importante el servicio a la comunión, y la Iglesia ha de garantizar que la sana pluralidad de la comunidad cristiana encuentre acomodo en su interior. Indudablemente hay espacio en la Iglesia para carismas y voces diversas, siempre en el marco de una comunión fundamental. Y quien pretenda constreñir en exceso la riqueza de la comunidad de creyentes, por muy buena voluntad con que lo haga, lamina la función de la Iglesia de buscar siempre la unidad de los fieles. Pero no creo que los diagnósticos más catastrofistas sobre la Iglesia reflejen la realidad.
¿Y en la Compañía, de cuyo seno surgió la Teología de la Liberación con claros exponentes vascos?
Basta con leer nuestras publicaciones o acudir a nuestras universidades u obras, para comprobar la convicción con la que apostamos por el diálogo franco y abierto con sensibilidades diversas. El número de jesuitas a quienes se ha pedido reconsideren algunos escritos por cuestiones doctrinales es pequeño. Y en proporción esa cifra es muy pequeña si la comparamos con la cantidad de centros de estudios de teología o de publicaciones teológicas que dependen de la Compañía.
Hay voces críticas en el seno de la Iglesia a las que les preocupa el regreso a una etapa preconciliar. ¿Cree que existe realmente esa tendencia?
Tendencias en la Iglesia las hay de diverso tipo, afortunadamente. Es saludable que existan diferencias en los matices, en las formas y en los subrayados, y en la Iglesia también se dan etapas diferentes. Pero dibujar la realidad de la Iglesia en términos más propios de la política y sus luchas de poder es una distorsión de la realidad.
Los dos últimos nombramientos de obispos por Roma siguen levantando ampollas. ¿No cree que alejará a más creyentes?
Occidente ha vivido en las últimas décadas un proceso de descristianización del que todavía estamos sacando consecuencias. Esto nada tiene que ver con la designación puntual de obispos de uno u otro matiz, es algo mucho más profundo. Además creo que se ha prejuzgado la orientación de algunos obispos prematuramente. Esa descristianización no es algo necesariamente solo negativo: es un tiempo que invita a una renovación y purificación grandes y un redescubrir lo que auténticamente es ser seguidor o seguidora de Jesús hoy.
En 2006, siendo usted ya provincial, una de sus sedes emblemáticas acogió las que se conocen como Conversaciones de Loiola. Tras aquella experiencia fallida, Euskal Herria se encuentra inmersa en un nuevo proceso en la búsqueda de la paz. ¿Tiene la Compañía algo que aportar?
La Compañía de Jesús es parte de la sociedad vasca, y lo que a todos nos toca es superar la sensación de hastío que han dejado los fracasos anteriores, y transmitir a nuestros representantes la tensión necesaria para hacer que este proceso sea el definitivo. Pero al tiempo que se encauza el proceso de final de la violencia y normalización política, ha de avanzarse también en la reconciliación social. En ese terreno, la Compañía intenta promover la solidaridad con todas las víctimas, la convivencia entre identidades diferentes, el valor de la pluralidad, la reconciliación entre los desavenidos, y en general una cultura de paz.
¿Tiene opinión sobre lo que está sucediendo en esta materia? ¿Es optimista?
Con todas las cautelas posibles, no podemos dejarnos llevar por la estrategia de quien minusvalora todo lo que hace la otra parte. La sociedad debe ponderar cuidadosamente los acontecimientos, y lo cierto es que, en lo que a la desaparición de la violencia de ETA se refiere, se están produciendo novedades muy relevantes. Y es cierto que eso no supone el fin de todos nuestros problemas, pero sería un paso de gigante para este país.