El pueblo egipcio merece la victoria
La toma de la plaza Tahrir de El Cairo por un gran ejército de jóvenes, islamistas, mujeres, de trabajadores y parados egipcios simboliza, por su significado histórico y su potencial transformador, algo similar a lo que en su día fue la toma de la Bastilla. Un momento crucial que derrumba el viejo y opresivo régimen y puede generar una reacción en cadena en la región. Un momento que, por compartir importantes similitudes con los acontecimientos que derivaron en el colapso del bloque soviético en Europa del Este, se conoce ya como el «momento Berlín». ¿Serán Túnez o Egipto la Polonia o Hungría del mundo árabe? Conviene ser precavido y no abusar de la analogía. Pero también cabe recordar que los procesos con efecto de bola de nieve suelen ser contagiosos y se van acortando en el tiempo. Si 10 años fueron necesarios en Polonia, bastaron 10 horas en Rumanía.
Durante estos días de ira, la sociedad egipcia está demostrando bravura para aprovechar el momento. Está dando una lección del poder del pueblo en su significado más espléndido y real. De democracia en estado puro. De legitimidad de un Egipto liberado de sus viejos miedos y súbitamente en pie ante el cambiante destino. De un pueblo que ha tomado el control del futuro de su país. Y lo ha hecho sin hacer causa común con ningún líder, sin planes ni estrategia escritas, utilizando en gran medida el arsenal del futuro: las tecnologías de la información y las redes sociales. Superando los viejos fantasmas, rompiendo con los viejos esquemas, han organizado una ofensiva ciudadana tan caótica como gloriosa por un futuro de esperanza y libertad para todos.
La lucha del pueblo egipcio merece la victoria. Y con ello el desmantelamiento de un régimen dictatorial de opresión que tras 30 años de ley marcial, con el apoyo y el dinero de EEUU y Europa, no puede ni debe maquillarse para perpetuarlo. Las demandas de un gobierno abierto, inclusivo y honesto, de oportunidades y desarrollo económico y social, y de libertad de expresión y asociación deben ser atendidas. Y deben ser los egipcios quienes hagan su elección sin injerencias ni dictados. Cualquier otra alternativa ni es sana ni será segura.