CRÍTICA cine
«La herencia Valdemar 2: La sombra prohibida»
Koldo LANDALUZE
Resultó muy estimable el empeño que puso el guionista y director José Luis Alemán cuando, utilizando una promoción muy limitada y que se cimentaba en el boca a boca, nos anunció su intención de sacar adelante su díptico “La herencia Valdemar”. Dentro de un conjunto irregular, la primera entrega mostraba algunos hallazgos muy interesantes y prevalecía la sensación saludable de que el cineasta es un apasionado del cine fantástico y, sobre todo, de los territorios imposibles de H. P. Lovecraft. En este último apartado radicaba uno de los mayores riesgos de esta empresa ya que han sido muchas veces las ocasiones en las que las películas se han estrellado por su nula capacidad de adentrarse en la obra de Lovecraft, un autor que basaba buena parte de su imaginario terrorífico en la imposibilidad de describir el horror que presenciaban sus personajes. Después del prometedor epílogo de la primera entrega, nos ha llegado su correspondiente prolongación y es en ella donde salen a relucir los grandes males de un producto que bordea en todo momento la mayor de las catástrofes por culpa de un guión cojitranco que nunca termina de funcionar y unas interpretaciones tan excesivas como pretenciosas, en las que actores como Óscar Jaenada y Norma Ruiz se llevan la peor parte. De muy poco sirve explicar cuáles son los elementos argumentales por los que transita esta realización, ya que son tantos los males que padece que terminan por eclipsar las saludables intenciones de una obra que pretende guiarnos a través de lugares infernales y se queda a mitad de camino de lo guiñolesco y lo grotesco. Lo peor de esta realización no son sus limitaciones técnicas ni presupuestarias, lo peor radica en el error de un autor que se ha vuelto a caer en la trampa de la que en un principio huía: mostrar lo que simplemente resulta imposible. La visión de Cthulhu sigue siendo un territorio vedado para quien pretende aproximarse a él con una cámara en la mano.