Volvió Aznar por donde solía y encendió de nuevo el debate nunca cerrado sobre la estructura del Estado (español, por supuesto). Hablaba de «miniestados» y al editorialista de «Abc» se le hizo la boca agua: «El informe sobre el sistema autonómico presentado ayer por FAES apunta en la dirección correcta para una reforma imprescindible del modelo territorial. Al margen de acusaciones interesadas sobre un inexistente centralismo, la fundación que preside José María Aznar pone el acento en un estado viable y eficiente, capaz de limitar el gasto y el endeudamiento y de equilibrar los poderes del Estado y de las comunidades autónomas. Se trata, en suma, de poner en práctica el modelo genuino que diseña la Constitución, ahora desvirtuado por abusos y concesiones oportunistas. Los buenos argumentos no deben ser contestados con descalificaciones». Pronto volverán a escribir aquello de «Una, grande y libre». No tardarán.

Y Carmen Gurruchaga, en «La Razón», tambien se apuntaba al carro, olvidados sus devaneos abertzales de juventud: «La descentralización administrativa resulta positiva en sí misma, por lo que el Estado de las Autonomías debería ser beneficioso para el buen funcionamiento de la Nación. En cambio, la actual coyuntura obliga a una profunda reforma en nuestro sistema de gestión territorial por los numerosos problemas que plantea. Sólo la frena quien confunde autonomía con identidad y ve en cualquier cambio lógico un ataque a sus señas de identidad; sin tener en cuenta que la razón principal de la descentralización es de orden pragmático: aprovechar las sinergias sin pretender sustituir al Estado». Se olvida del pequeño detalle de preguntar al pueblo qué es lo que quiere.

Pues como cabía imaginar, los editorialistas del Grupo Noticias se pusieron de uñas y, tras acusar a Aznar de volver a su discurso «neofalangista» justo ahora «que se enriquece sin mesura a costa de su condición de ex-presidente», señalaban con el dedo: «buscan impulsar un nuevo proceso de liquidación uniformadora de la realidad plurinacional del Estado». Lo que está claro es que la birria que hicieron a la muerte de Franco, no vale.