CRÍTICA teatro
Excelso cotidiano
Carlos GIL
Desde lo cotidiano. Desde un hiperrealismo en momentos agresivo; desde el cuerpo llevado a los límites, expresivos, de utilización espacial, de introspección. Desde el espacio milimetrado, las imágenes proyectadas, un hilo de voz, un cúmulo de palabras. Así, en sucesión de silencios, risas, rituales reconocibles, movimientos sincopados, se va tejiendo una colección de sensaciones que a veces nos repelen, otras nos abrazan, a veces nos ayudan a una evasión astral y casi siempre acaban por convertirse en mensajes que acumulamos. O rechazamos. O se nos amontonan, y no sabemos codificar de manera apropiada.
Entre la danza, el teatro físico, la poética de la experiencia, un aire de renuncia a la linealidad, pero sin acabar en rompimientos fragmentarios radicales, esta propuesta se ocupa de mostrarnos la creación como algo que trasciende al propio hecho teatral. No parece imprescindible para los actuantes recibir mucho más que una mirada, una presencia desde la parte oscura del público donde reflejarse. Acaso, en algún momento un guiño. Un suspiro.
El resto del tiempo, el espectador parece ser un mero observador de un día, unos momentos, en la vida de tres individuos que cohabitan, al menos, ocupan el mismo espacio. Se relacionan, pero se obvian, con la misma intensidad. Extraño trabajo, importante en cuanto a abrir dudas, en indagar en algunas posibilidades de actuación, especialmente en cuanto el uso del cuerpo como material maleable, casi como un objeto, las paradojas de un texto de Perec que provoca una tormenta interior en un día ordinario convertido en excelso.