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Eszenak

Jo Pitxu, jo!

Amaia EREÑAGA Periodista

He de confesar que cuando los Pierrot y Arlequines asaltan las calles en sus múltiples versiones, sea en disfraz de mayor (más bien penosos) o en mini (los niños resultan siempre más graciosos), en lugar de reflexionar sobre la influencia de la Commedia dell'Arte en el imaginario colectivo y, por ende, de la impronta que sigue dejando algo tan antiguo como los tiempos -el teatro- en esta época de redes sociales, a mí se me pone mala leche. No es porque Colombina haya desaparecido de las tiendas de disfraces -mujer tenía que ser-. Qué va. Es porque el Carnaval, así, escrito con mayúsculas, se me vuelve antipático cuando deja de ser irrespetuoso, dionisíaco, pagano, metete, divertido y... a fin de cuentas, teatrero.

Dentro de poco regresará doña Cuaresma, una señora de la que tampoco ya nadie se acuerda, y mientras los urbanitas andarán a la caza de una idea para el disfraz de este año -digo andarán, porque yo no me disfrazo ni aunque me aten de pies y manos-, los que están más cerca del verdadero carnevale se crearán un personaje propio con cuatro trapos viejos y una desbrozadora encontrada en el trastero de casa, como en Ituren y Zubieta.

El caso es que el próximo domingo en Santa Grazi, ese coqueto y empinadísimo pueblo de Zuberoa, arranca la Maskarada de este año. Junto con la Pastoral, es una de esas rarezas culturales que subsisten desde el Medievo y que algún día serán declaradas Bien de Interés Cultural o algún otro título de esos que tanto gustan a los políticos. Aunque he visto bastantes pastorales y hasta las he disfrutado -vale, no hay cristo que entienda nada, ni con el libreto en la mano, pero resultan exóticas, como de otra época-, me falta por ver una Maskarada. En Santa Grazi, en esta mezcla de carnaval y teatro de calle se enfrentarán los dos bandos: rojos (Gorriak, la gente de buena fe; los de casa, por supuesto) contra negros (Beltzak; los extranjeros malvados... y divertidos), en una pelea que comenzará a las 10 de la mañana, con el salto de la barricada alcohólica (es literalmente así: comer y beber, mientras se baila y canta), Gatuzain, Pitxu, Zamalzain, Txerrero y sus compañeros de Maskarada regresarán en una especie de máquina del tiempo que aúna tradición y modernidad. Por cierto, eso mismo parece «Hostoak», de Kukai y Oreka TX, montaje que se estrena el próximo 19 en Donostia y, a priori, parece de lo más recomendable.

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