CRíTICA cine
«La trampa del mal»
Mikel INSAUSTI
He de empezar diciendo que cuesta mucho comentar una película de Shyamalan de forma libre y desprejuiciada, debido a la presión mediática que existe en torno a este cineasta, cuyos trabajos se miran con lupa desde que fuera saludado como el nuevo Hitchcock al despuntar con “El sexto sentido”. Tanto es así, que ha tenido que refugiarse en la producción, pero de nada sirve puesto que “La trampa del mal”, primera entrega de su anunciada serie fantástica “The Night Chronicles”, es juzgada con el mismo nivel de exigencia que si se tratara de cualquiera de sus realizaciones de gran presupuesto. Una postura injusta que no se corresponde con las intenciones de lo que es a todas luces una serie “B”, que además homenajea a las creaciones televisivas de Rod Serling de los años 50 y 60 divididas en episodios, por lo que podría ser perfectamente un capítulo alargado de “En los límites de la realidad”.
“La trampa del mal” es una muy entretenida intriga criminal que funciona en base al esquema del clásico “whodonit”, el «quién lo hizo» característico de las novelas de Agatha Christie, con la novedad de que la consiguiente investigación policial para dar con la identidad del asesino avanza inmersa en un cuento con moraleja sobre el Bien y el Mal. Como quiera que la autoría de las muertes es atribuida desde el principio a una presencia diabólica, el suspense de la historia estriba en descubrir quién de las cinco personas que han quedado atrapadas en el ascensor mortal oculta un demonio dentro. No obstante, un producto que lleva la firma de Shyamalan no se conforma con jugar a las adivinanzas, que los más perspicaces de la sala no tendrán problema en descifrar, sino que plantea un discurso en última instancia sobre la fuerza fatal del destino y la redención mediante el perdón.
Una vez resuelto el misterio del asesino, el desenlace se centra en resolver quién de las víctimas será la que consiga in extremis liberar su alma de las llamas del infierno a través del arrepentimiento sincero.
