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Ainara Lertxundi Periodista

Muttur, un crimen más en el olvido

Son muchos los crímenes de lesa humanidad que quedan en el olvido. Durante días e incluso semanas son noticia pero, de pronto, dejan de serlo. Ello no significa que los responsables hayan sido atrapados o juzgados, sino que simplemente han desaparecido de la agenda mediática una vez pasado el boom inicial.

A la memoria me vienen por ejemplo los 17 empleados de la ONG Acción Contra el Hambre muertos en agosto de 2006 en Muttur, en el noreste de Sri Lanka, entonces bajo control de los Tigres para la Liberación de la Tierra Tamil (LTTE).

Los cuerpos de estas personas, de etnia tamil, aparecieron boca abajo y con impactos de bala en la cabeza. El Gobierno se apresuró en culpar de lo ocurrido a la guerrilla, que negó su implicación en estas muertes. La versión oficial fue cayendo por su propio peso pese al fallecimiento de forma violenta de tres testigos, la desaparición de un cuarto y la huida de otros. Las evidencias apuntaban directamente hacia Colombo y, en concreto, hacia las fuerzas de seguridad.

Aunque el caso obtuvo bastante eco -se trata de uno de los ataques más graves contra trabajadores humanitarios desde que en 2003 fuera bombardeado un campamento de la ONU en Bagdad-, a día de hoy no ha habido avances significativos en la investigación y las familias, algunas refugiadas en India, han perdido las esperanzas de lograr justicia. Se preguntan qué hubiera pasado si los fallecidos hubieran sido occidentales en vez de tamiles y por qué no se procedió a su evacuación aun habiendo un riesgo evidente para sus vidas.

Para ellos no hay condenas ni indemnizaciones ni siquiera el consuelo de un escándalo internacional. Pero como el de estas 17 personas, hay miles de casos sin resolver sólo en Sri Lanka. Ya nadie se preocupa, por ejemplo, por la suerte de los civiles confinados en condiciones infrahumanas en centros de internamiento tras la derrota del LTTE en mayo de 2009 ni por las víctimas que dejaron las armas, como el fósforo blanco, empleadas por el Gobierno. El olvido juega, una vez más, a favor de la impunidad y en contra de los más desprotegidos.

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