El ex jefe de los servicios secretos, Omar Suleiman -nombrado vicepresidente por Mubarak en mitad de la tormenta del levantamiento popular-, dirige las conversaciones para el futuro de Egipto con la oposición. El hombre clave del régimen autocrático, que dirigió una maquinaria policial que torturó y trituró a multitud de opositores, cuenta con el beneplácito de Israel para dirigir la transición y con la fe de multitud de políticos occidentales que parecen haber apostado fuerte por esa carta.

Esa apuesta les sitúa ante el pueblo egipcio en el lado de un régimen con una nueva cara y los mismos viejos métodos. Y provocará a los egipcios aún más, hasta el punto de que puede tejer una revolución anti-americana, anti-israelí, anti-occidental y quizás islámica. Quienes han sostenido y tolerado a Mubarak durante 30 años deberían aprender la lección: Si se juega durante décadas la carta del autócrata opresivo, en tiempos de cambio no se tendrá la credibilidad suficiente para intervenir; en el mejor de los casos, serás considerado un indeciso y, la mayoría de las veces, un cobarde a los ojos del pueblo egipcio. El futuro de egipto no pasa por volver a repetir los viejos esquemas. Al contrario, pasa por distanciarse de Suleiman, posicionarse con entusiasmo e incondicionalmente con un pueblo que pide autodeterminación y reclama su futuro. El único mensaje debe ser: libertad, y ¡ahora!