CRíTICA cine
«127 horas»
Mikel INSAUSTI
En comparación con la reciente “Buried”, Danny Boyle partía con la ventaja sobre Rodrigo Cortés de basarse en hechos reales, lo que a la hora de conseguir verosimilitud en torno a una situación desesperada de aislamiento debería haber resultado determinante. En cambio, el cineasta británico lo que consigue es que todo parezca inventado, como si se tratara de una pesadilla que sólo sucede en el cerebro del protagonista. Y es que, una vez más, le pierden el efectismo y las piruetas visuales que desvían la atención del espectador del verdadero drama a recrear directamente de la realidad. La inadecuada realización, con un abuso injustificado de la pantalla partida en tres y los desenfoques para las secuencias oníricas, pone distancia de por medio con el lugar donde el escalador vive la angustiosa experiencia de verse atrapado bajo el peso de la roca que aplasta su brazo. En consecuencia, el montaje prefiere acortar los momentos documentales en que el accidentado se graba a sí mismo con la minicámara de vídeo, alterando el transcurso del tiempo físico a cambio de otro puramente mental mediante imágenes de evasión.
Lo único que salva a “127 horas” de ser un vulgar producto de consumo inmediato sobre deportes de riesgo y aventura extrema, destinado por su histérica estética visual y musical a ser emitido en la cadena MTV, es la poderosa presencia de James Franco, quien se merece concentrar en su persona los premios que le puedan llegar a la película. Aguanta el tipo en solitario como un campeón en un titánico «one man show» que pasará a la posteridad, pues tal es la entrega física y sicológica que brinda a la encarnación del superviviente Aron Ralston, dotando a su proeza de un raro heroísmo para los tiempos actuales de prisas y comportamientos irresponsables. Su forma instintiva y honestamente anónima de disfrutar de la libertad en plena naturaleza salvaje, sobreponiéndose a las imprudencias y errores cometidos, compensa con creces cualquier posible negligencia por su parte.
