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De la ausencia, a la visibilidad del sexo

 


Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Todavía surge la polémica cuando se habla de sexo. Sexo y cine son dos elementos inseparables, dos ingredientes del mismo guiso que difícilmente pueden ser disociados. A veces la «ausencia de» es lo que precisamente ha hecho poco creíbles algunas secuencias de la historia del cine. Aunque, por otro lado, resulta sumamente divertido vislumbrar cómo se las han ingeniado algunos montadores, guionistas o directores para solventar la continuidad narrativa de algunas escenas. Puede decirse que en torno a la cuestión se han creado verdaderos «artistas». Pero «la ausencia de» no sólo se ha debido a las exigencias de las casas que han aportado jugosas sumas de dinero, productores y demás, a veces la censura ha sido impuesta desde las mismas instituciones creando situaciones cómicas dentro y fuera de la pantalla grande, léanse «El montaje del franquismo» y véanse algunas de las películas resueltas bajo su paraguas. También podríamos hablar del exceso innecesario de «momenticos» sexuales, que poco aportan al guión, de cómo se filman estas secuencias, de los planteamientos «fantásticos» -por no decir de ciencia ficción- de las escenas de cama, y de las maravillosas secuencias de encuentros sexuales filmados con realismo y que resultan... no sé, geniales. Los setenta marcaron una época, dentro y fuera del Estado español, dentro y fuera de las salas del cine. Sólo le veo un pero: el cine porno, los modelos sexuales que pusieron en marcha el cambio (algunos hablan de revolución) eran predominantemente masculinos, con todo lo que eso conlleva. Por el camino, la historia del cine iba dejando un sinfín de muñecas rotas. Mientras, muchos, muchísimos, alababan las «rupturistas» imágenes de algunas películas debido a sus atrevidos «enfoques». Por estos lares, la época del destape destapó admiraciones patrias; por otros lares, el cine porno continuaba reclutando «admiradores» y se convertía en toda una revolución gracias a «Garganta Profunda». Otros cruzaban la frontera para ver «El último tango en París». Hace poco que murió María Schneider. Su participación y su posterior trayectoria personal y profesional tras la cinta de Bernardo Bertolucci volvían a traer a colación el debate sobre el sexo en el cine. Sería muy aventurado por mi parte decir que aquella película marcó la vida de María Schneider, pero creo que el cine puede ser capaz de captar cosas que se le escapan al propio director de una película, y qué decir de las consecuencias no deseadas de nuestras acciones...

 

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