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Joxerra Bustillo Kastrexana Periodista

Nafarroa como provincia

Ahora que se están dando pasos decisivos en la conformación de un nuevo escenario político, superador de bloqueos y de estériles inercias, es el momento de reivindicar de nuevo la centralidad de Nafarroa en la historia y devenir de nuestro pueblo

Al hilo de las últimas controversias generadas en torno a la coalición NaBai, en las que no voy a entrar, he podido leer algunas opiniones en la prensa que me han causado honda preocupación. Personas conocidas por su trayectoria abertzale y euskaltzale han argumentado la inconveniencia de que desde fuera de Nafarroa (provincia) se tomen decisiones políticas que puedan a afectar a ésta. Se referían a que partidos vascos de ámbito nacional tomen postura respecto a cuestiones que, a su entender, sólo conciernen a Nafarroa (provincia).

Más allá de la disputa partidista que se dibuja en el fondo de la argumentación, lo que se deriva de la misma es ni más ni menos que la asunción de la tesis central del navarrismo histórico, en la actualidad encarnado por partidos como UPN o CDN. El viejo argumento de que Nafarroa (provincia) no tiene nada que ver con Euskadi, entendida como CAPV, ha sido la munición utilizada desde la transición para atacar las tesis abertzales en Nafarroa Garaia. No voy a negar que desde las filas del nacionalismo y del independentismo se hayan cometido errores de bulto, como aquellos gritos de «Nafarroa Euskadi da» de los Aberri Eguna de los años ochenta en Iruñea. También es evidente que ha existido una presión hacia Nafarroa Garaia, tal vez considerándola tierra de promisión de un bizkaitarrismo trasnochado.

Pero esos errores, en buena parte superados, no pueden justificar en ningún caso la adopción de tesis provincialistas y, en el fondo, separatistas. Los partidos de ámbito nacional vasco, llámense EAJ, EA o izquierda abertzale, pueden tomar sus decisiones en Bilbo, Donibane Garazi o Tafalla. En esos partidos militan ciudadanos de todos los territorios vascos y es un error que se identifique la dirección o la asamblea de uno de estos partidos con un territorio ajeno a Nafarroa (provincia).

Confío en que la ocurrencia sea tan solo fruto de la reflexión de algunas personas, por significativas que puedan ser, y no vaya a formar parte en el futuro del corpus doctrinal de ningún agente político del herrialde. De ser así, supondría profundizar en la brecha que divide artificialmente a nuestra nación, Nafarroa Osoa/Euskal Herria, con la indudable ayuda de los partidos de ámbito español y los que profesan un navarrismo localista. Porque una cosa es reconocer los diferentes marcos jurídico-políticos existentes hoy en día en nuestro país: CAPV, CFN e Iparralde, y otra muy distinta consolidar esa división, derivada de una relación de fuerzas que data de hace más de treinta años y de una presión ejercida por los poderes fácticos de aquel momento. Las fuerzas soberanistas deben tomar en consideración cada realidad administrativa y la sociología de la misma, pero sin complejos ni reducionismos. Mientras los dirigentes del Gobierno navarro unen los destinos de Cajanavarra a entidades financieras de Canarias o Sevilla, para evitar de ese modo la mera posibilidad de una concertación con las cajas de Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, no podemos esconder en un cajón los planes estratégicos que consideremos adecuados para Euskal Herria. Si son legítimos, debemos defenderlos con igual ahínco en Gernika que en Tutera o Amurrio.

Quien haya leído mis colaboraciones en prensa e internet en los últimos años sabe de mi querencia por una Nafarroa Osoa que aglutine a la totalidad del país de los vascos. Sin caer en milenarismos ni voluntarismos, es necesario que en el imaginario colectivo de los actuales vascones no se pierda la consideración básica del territorio nacional que nos asiste. En ocasiones anteriores he estimado conveniente escribir contra los provincialismos vizcaino o guipuzcoano, que tanto mal han hecho, y siguen haciendo, a la construcción nacional. Pero a esos provincialismos decadentes no se les puede oponer otro de igual suerte, aunque lleve en este caso el apellido de navarro.

Ahora que se están dando pasos decisivos en la conformación de un nuevo escenario político, superador de bloqueos y de estériles inercias, es el momento de reivindicar de nuevo la centralidad de Nafarroa en la historia y devenir de nuestro pueblo. También de considerar la necesidad de que ese legado se incorpore al argumentario básico de los agentes políticos, sindicales y sociales que apuestan por la soberanía. Tenemos que proclamar que Iruñea es nuestra capital, histórica y actual, pero no como una frase cliché de cara a la galería, sino asumiendo el contenido profundo de ese concepto.

La continua mejora de las comunicaciones en las últimas décadas, tanto físicas como virtuales, han conseguido que en la actualidad sean mayores que nunca las relaciones entre los ciudadanos de los diferentes territorios del país. Resulta habitual que personas de Iruñea acudan a Donostia o Zarautz a disfrutar del mar o que gentes de Donostialdea viajen a Iruñea para realizar compras en grandes almacenes y superficies de la capital navarra. Lo mismo ocurre entre las otras capitales vascas. Cuando las nuevas tecnologías nos permiten una interacción instantánea y global, no podemos caer en disputas interprovinciales que carecen de cualquier sentido. Libre ha de ser el pensamiento y plena la actitud crítica ante las cosas que no nos gusten, pero utilicemos argumentos que no socaven aún más la cohesión social y nacional de Nafarroa (nación).

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