Gloria LATASA gloriameteo@hotmail.com
Penachos de humo y vapor
A la vista de las repetidas noticias sobre el irrespirable aire de algunas ciudades no muy lejanas..., corro al diccionario a revisar el significado de contaminación atmosférica. Y leo: «Efecto producido en el aire atmosférico por distintos sólidos, líquidos o gases procedentes de la industria, la urbe, las explosiones nucleares, erupciones volcánicas, putrefacciones de animales o vegetales, polvo cósmico, etc. originando un ambiente nocivo para la salud de los hombres, animales y/o plantas».
Queda claro que el efecto puede estar producido tanto por causas naturales como por otras más... «industriales». En este caso, por la suma de las emisiones propias de la urbe y de una situación meteorológica anticiclónica que ha estancado las partículas en las proximidades del suelo.
Y es que las altas presiones invernales ofrecen una gran resistencia a los movimientos ascendentes de aire, lo que favorece su estabilidad y su persistencia. Incluso, son capaces de generar subsidencias (descensos) de aire que comprimen y concentran aún más la capa contaminada, impiden la formación de nubes de desarrollo y de la necesaria lluvia que «lavaría» el ambiente.
Una situación meteorológica que con sus mares de nubes, sus inversiones térmicas, sus cielos azules..., sí invita a disfrutar del monte. Y que se puede comprobar a través del comportamiento de los penachos de humo y de vapor que salen de las chimeneas. En condiciones «normales» ascienden y se dispersan con rapidez al ser más ligeros que el aire frío que les rodea. Sin embargo, ante una inversión térmica se ven obligados a extenderse horizontalmente, bloqueados (como la contaminación) por el aire más cálido de la capa de inversión.