Portugal negó ayer que tuviera serias dificultades para captar capital de inversores privados después de que la rentabilidad exigida por éstos para comprar sus bonos alcanzara un récord histórico, la cota más alta desde que Portugal entró en el euro. Finalmente, la intervención del Banco Central Europeo mediante la compra masiva de bonos logró evitar el desastre, pero no las dudas sobre su solvencia y una certidumbre cada vez más extendida de que finalmente será necesario un rescate semejante al de Grecia o Irlanda. La postura oficial expresada por su ministro de Presidencia, Silva Pereira, justificaba los hechos no en los miedos específicos que genera Portugal, sino en las preocupaciones de los inversores por los problemas de deuda de la periferia de la eurozona. En realidad, más que un ataque especulativo concreto a Portugal, las previsiones de una inflación cada día más alta llevan a los inversores a buscar un refugio seguro frente a las turbulencias. Y en Europa, hoy en día, los bonos de Alemania son valores serios que aseguran no perder demasiado dinero. Hiriente paradoja la que sufren los portugueses: Alemania capta el capital de los inversores que huyen de Portugal y luego financiará su rescate.