XXX. ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JOXE ARREGI
La tortura, una huella difícil de borrar
La práctica de la tortura ha acabado con la vida de cinco ciudadanos vascos, pero sus consecuencias van más allá. Son muchas las víctimas que han decidido sufrirlas en silencio, y también las que reviven ese calvario de los calabozos a diario y desde la fría celda de una cárcel. La asociación Jaiki Hadi les lleva aliento y ayuda.
Oihana LLORENTE
Mañana se cumplen tres décadas desde que el zizurkildarra Joxe Arregi falleciera en la prisión de Caraban- chel. Su cuerpo era un compendio interminable de llagas, moratones y quemaduras. Treinta años después, Oihana Barrios sigue asistiendo a diario a personas que han padecido en sus carnes la tortura. Barrios, psicóloga de profesión, trabaja desde hace cuatro años en Jaiki Hadi, una ONG conformada por médicos de diferentes ámbitos, que ayuda a solventar sus efectos.
Sufrir un episodio de tortura, como les ha ocurrido a más 7.000 ciudadanos y ciudadanas vascas en las últimas tres décadas según los datos de los organismos que trabajan en este ámbito, es una experiencia límite que puede generar traumas o otros efectos sicológicos que repercuten en el día a día de estas personas. La mayoría intentan hacerle frente solos, y sólo solicitan ayuda si ven que la situación les desborda.
Barrios cree que en la última década se ha avanzado mucho en este aspecto y que a día de hoy se admite abiertamente que existen efectos de la represión de los que nadie se libre. Como contrapunto, está convencida de que todavía hoy existen muchas personas, detenidas y torturadas en las décadas de los 80 y 90, que jamás han contado lo vivido ni han pedido ayuda para superarlo.
Las repercusiones dependen, más que de los modos de tortura empleados o de su intensidad, de cómo se ha hecho frente a esta experiencia, «de si hemos perdido completamente el control o no, de lo interno que te hayan tocado, de cómo seamos, de nuestra capacidad de afrontarlo». Barrios quiere remarcar, por tanto, que toda tortura o maltrato es importante y que hay que denunciarlo, y dirige estas palabras a aquellas personas que sienten no tener derecho a quejarse demasiado.
La psicóloga está convencida de que la tortura es una experiencia que marca un antes y un después en la vida. No tanto por los efectos que pueda generar, sino más bien por la ruptura de esquemas que acarrea. Indica que de alguna manera supone «una quiebra de tu mundo anterior». «A partir de ahí puedes ver el mundo de distinta forma, cambia la forma de relacionarte, de valorar conceptos, relativizas los problemas, lo importante ahora es distinto a lo que era antes...», detalla Barrios.
Estrés post-traumático
Desde el punto de vista médico, se emplea la categoría de estrés post-traumático como modo de explicación a los síntomas más comunes que genera un episodio de tortura. Estos síntomas pueden permanecer hasta un año después de vivir la experiencia traumática, pero a partir de ese momento si perduran se debe de hablar ya de un trastorno derivado de estrés post-traumático.
Este cuenta con tres categorías de síntomas que se mezclan entre si: síntomas de hiperexcitación -nerviosismo, ansiedad, problemas de sueño...-, reexperimentación y síntomas disociativos y evitativos.La reexperimentación provoca que la experiencia vivida sea revivida una y otra vez sin poder controlarla. Los síntomas disociativos se traducen en no hablar de lo ocurrido y en evitar cualquier lugar, persona o actividad... que se asocie con la experiencia de la tortura. Esto hace que mucha gente que haya padecido tortura deje a un lado su vida anterior, amistades, actividad política... A la larga se puede desarrollar una fobia social.
Hacer frente a una episodio de estas características es complicado, ya que influye de lleno en la cotidianeidad de la persona. Cabe destacar, sin embargo, que la mayor parte de las personas que se enfrentan a la tortura ingresan en prisión instantes después de que el régimen de incomunicación les sea levantado. «Por suerte -según la psicóloga-, allí no están solos. Tienen unos y unas compañeras que son los que más pueden ayudarles en esos momentos, ya que por desgracia la mayoría también ha pasado por el mismo calvario».
La labor de Jaiki Hadi también tiene reflejo en las prisiones del Estado español y francés. Esta ONG hace llegar a las cárceles las pautas psicológicas para afrontar los primeros síntomas, así como algunas técnicas de relajación y respiración. Esta información es destinada tanto a los presos que recientemente han padecido la tortura como a sus compañeros de prisión, para que éstos tengan los conocimientos necesarios para poder socorrerlos.
Instituciones Penitenciarias
Si estas pautas no fueran suficientes, las psicólogas intentan tratar el trauma generado mediante visitas. En este punto, sin embargo, su labor tropieza con Instituciones Penitenciarias. En primer lugar, porque todas las visitas de los médicos de confianza se desarrollan en presencia de un funcionario. Además de tener prohibido expresarse en euskara, la presencia de una persona que no es de confianza incomoda al preso y dificulta aún más el relato de lo ocurrido en los calabozos, lo que hace que la hora de visita se quede corta siempre.
El segundo impedimento, que se ha ido agravando en los últimos años, es el veto impuesto a los médicos de confianza para entrar en las cárceles. Son pocos los permisos que asignan, y éstos son muy espaciados en el tiempo, lo que dificulta un seguimiento eficiente. Asimismo, son ya varias las psicólogas y médicos a los que al cabo de uno o dos años se les deniega la entrada en prisión aludiendo razones de seguridad.
Barrios advierte, sin embargo, que los efectos de la tortura pueden aparecer también al cabo de un tiempo. Esta demora suele ser habitual en las personas que ingresan en la cárcel al estar, quizás, más ocupadas en adaptarse a la prisión, o por no sentirse capaces de enfrentarse a lo que se les ha removido emocionalmente. Detalla, que, de alguna manera, estas personas «congelan» los síntomas hasta que su situación cambia, siendo habitual que sufran el estrés post-traumático una vez recobrada la libertad.
En los últimos años llegan desgarradores relatos de tormentos, en que la tortura sexual parece tener cada vez más cabida. Barrios ve «muy significativo» este hecho y alerta de que sólo se emplea la tortura sexual tanto en hombres como en mujeres en el caso de los ciudadanos y ciudadanas vascas. Indica que en otros paises este tipo de técnicas sólo son utilizadas contra mujeres. Sin menospreciar los efectos que pueda tener esta práctica en los hombres, la psicóloga admite que las mujeres lo viven de forma especialmente dolorosa y que sus efectos pueden ser devastadores. Advierte, además, de que sufrir una violación de este tipo puede generar cambios hormonales en el cuerpo de la mujer como la perdida del periodo e influir en la lívido, creando problemas para mantener relaciones íntimas. Repercute psicológicamente en el deseo, en la excitación, en la forma de relacionarnos íntimamente, en la consideración de tu cuerpo y de tu imagen como mujer...
Secuestros
Tras la desaparición de Jon Anza, en abril de 2009, las denuncias de secuestros de vascos, y consiguientes maltratos, se han sucedido: el refugiado Juan Mari Mujika, los ex presos Lander Fernández y Alain Berasteg, el joven Andoni Akesolo... La experta en sicología alerta de que las consecuencias son muy parecidas a las que genera la tortura en general, pero que se dan en un grado mayor grado; «Crea una inseguridad brutal, no sabes que pueden hacer contigo, tu propio entorno se vuelve inseguro», destaca, a la vez que señala que hay jóvenes que no van solos a casa desde que esta táctica resurgió.
La intención tanto de la tortura como de este tipo de secuestros es, según Barrios, «buscar el desamparo, convertir las personas en indefensas y que tengan pánico a hacer cualquier cosa que pueda molestar». Da un valor incuestionable a las denuncias, «porque tenemos que protegernos y ayudarnos entre nosotros». Advierte, además, de la necesidad de hacer frente a esta lacra entre todos y anima a denunciarla «aunque a día de hoy no se logre casi nada en los tribunales. Puede que algún día sí. Mientras, tenemos que seguir escribiendo nuestra historia, aunque sólo sea como testimonio».
Jaiki Hadi nació hace cuatro años con la vocación de ayudar a solventar los efectos de la represión, por lo que asiste a todos aquellos colectivos que la padecen más ferozmente: los torturados, los presos políticos vascos, sus familiares y los ex prisioneros.
Barrios trabaja en esta ONG desde sus inicios, y cree que el mayor logro es «el reconocimiento de los efectos de la represión». Esta joven psicóloga advierte que antes asumir algo así era impensable, ya que se creía que aceptar estos efectos nos hace débiles y vulnerables. Subraya que sufrir los efectos es normal y asegura que cada día se sorprende más ante la capacidad de afrontar obstáculos demostrada por la sociedad vasca: «Es admirable y sorprendente que no estemos mucho peor».
La ONG está conformada por un núcleo de médicos, pero gracias a la colaboración de doctores y doctoras tienen una amplia red dispuesta a ayudar cada vez que sea necesario; además, tienen todas las especialidades de la medicina cubiertas, desde la pediatría hasta traumatología.
Entre los quehaceres de estos médicos de confianza también se encuentra examinar a los detenidos, si a éstos se le aplica el denominado «protocolo Garzón». Para ello deben trasladarse a Madrid y examinarlos cada ocho horas durante los cinco días de incomunicación. O. L.
Barrios es consciente de que no existe ninguna varita mágica que se pueda emplear para hacer frente a este calvario, pero subraya la importancia del desarrollo personal y la formación: «Cuanto más te conozcas, más capacitado estás para hacer frente a la tortura», asevera. Durante los días de incomunicación, a los ojos de la psicóloga, es vital mantener alguna «esfera de poder», por muy pequeña que ésta sea. Como botón de muestra, decidir no hablar sobre algo en concreto, o responder siempre no. Indica que por emplear estas tácticas no se va a evitar nada, pero que el hecho de no perder todo el control da fuerza.
Por contra, Barrios se lamenta de que esté algo extendida la idea de que si logras herirte, o desmayarte, te trasladarán al hospital. Advierte que no resulta nada fácil dañarse hasta ese punto, por lo que anima a descansar, a beber todo lo que se pueda y a ingerir alimentos. «Si no hacemos nada de eso en cinco días es suficiente para tener perdidas de conciencia, alucinaciones, y para perder el control de nuestra propia mente. Nos convertimos más vulnerables y manejables», indica.
Por todo ello, anima a intentar dormir o, al menos, a tumbarse cerrando los ojos para que éstos descansen. Alienta a realizar técnicas de respiración para recuperar energía y calmarse, estirar los músculos, hacerse masajes en el rostro... en definitiva, intentar sanar el cuerpo. Incide además en que hay que procurar mantener la cabeza fría, «volvernos incrédulos y tener presente que el calvario se va acabar, que aunque aquí te sientas anulado no van a conseguir destruirte, que están fuera pensando en ti, y que pase lo que pase, siempre se puede superar». O.L.