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Revueltas populares en el mundo árabe

La ira se extiende por oriente medio y áfrica

La pobreza, el desempleo, la corrupción y la falta de libertades han colmado la paciencia de ciudadanos árabes y africanos y se han convertido en el motor de las revueltas que se extienden por el Magreb y Oriente Medio y cuya propagación intentan evitar los diferentes regímenes con tímidas reformas, cascadas de iniciativas o amenazas más directas.

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Mirari ISASI

Algo se está moviendo en el mundo árabe fruto de la creciente ola de revueltas populares que en Túnez provocó la huída del sátrapa Zine el-Abidine Ben Ali y en Egipto, la renuncia de Hosni Mubarak. El descontento social ha estallado y se extiende de tal forma que los regímenes afectados multiplican sus iniciativas para satisfacer algunas de las exigencias populares y tratar de evitar el contagio.

Los mandatarios árabes siguen las revueltas populares con cautela y miedo a que puedan extenderse a sus países, donde ya se han llevado a cabo protestas o están convocadas movilizaciones. Confiaban en el fracaso de la intifada egipcia aunque temían que la revuelta se propagara si ayudaban al rais. Y es que por encima de alianzas, los países árabes, como casi todos, sitúan al frente de sus prioridades su propia seguridad nacional.

Siguiendo los pasos de Mubarak, el presidente yemení, Ali Abdulah Saleh, ha declarado que no se presentará a la reelección tras 32 años de poder absoluto y el rey Abdalah II de Jordania ha anunciado algunas medidas, ya sean económicas, sociales o políticas, para tratar de apaciguar el descontento popular, lo mismo que han hecho los presidentes sirio, Bachar al-Asad, y argelino, Abdelaziz Buteflika. En el otro extremo se sitúa el mandatario libio, Muammar al-Gaddafi, que ha optado por amenazar con mano dura a quienes protesten.

La mal llamada comunidad internacional, mientras tanto, observa con atención. Igual que hasta ahora apoyaron a estos dictadores y regímenes que salvaguardaban sus intereses respaldan ahora a los ciudadanos que se han rebelado contra ellos.

La muerte, el 6 de enero, del joven informático tunecino Mohamed Buazizi, que se prendió fuego tres semanas antes, fue la chispa que prendió la llama que ha acabado con los regímenes de Túnez y Egipto y amenaza con extenderse por el norte de África y Oriente Medio, e incluso al África subsahariana, donde se dan situaciónes especialmente propicias para que se repitas los levantamientos.

Irán

El pueblo iraní salió ayer a las calles de todo el país para festejar el 32 aniversario de la revolución islámica, mientras las autoridades religiosas pedían a la población que mostrara su solidaridad con la revuelta egipcia, una protesta que los ayatolás califican de «expresión del sentir islámico».

El presidente persa, Mahmud Ahmadineyad, subrayó en ese marco que no habrá espacio ni para Israel ni para EEUU en el nuevo Oriente Medio que ha comenzado a gestarse en la región. «Pronto se experimentará el dulce sabor de un mundo sin sionistas ni matones» dijo al tiempo que exigía a Occidente que no se inmiscuya en los asuntos internos de Egipto y Túnez, cuyas revueltas consideró una muestra del declive de la influencia de EEUU en la zona.

Apenas año y medio después de la movilización de la oposición contra su reelección, que fue reprimida, al referirse a tunecinos y egipcios Ahmadineyad sentenció que «es su derecho ser libres, es su derecho expresar sus opiniones y elegir el tipo de Gobierno y gobernantes que quieren tener».

Argelia

El estallido de la revuelta en Túnez amenazó sus primeros días con reproducirse en la vecina Argelia. Desde entonces las protestas se han sucedido de forma esporádica y la oposición se ha reactivado. El presidente Buteflika, además de prometer mayores libertades y creación de empleo para acallar las protestas, anunció que el estado de excepción, vigente desde los años 90, se levantará en un futuro próximo, un anuncio que la oposición ha calificado de «distracción y maniobra peligrosa» para intentar impedir «el cambio democrático pacífico que reclama Argelia desde 1962».

La actividad de la oposición no cesa y apenas un mes después del nacimiento de la Coordinadora Nacional para la Democracia y el Cambio (CNDC), surgió un nuevo movimiento, la Alianza Nacional para el Cambio con el objetivo de «refundar el Estado argelino».

Aumentan también la voces críticas incluso entre los históricos del régimen. La vicepresidenta del Senado, Drif Bitat, miembro del Frente de Liberación Nacional de Buteflika y de la élite gobernante, se ha sumado a los reproches de la oposición al señalar que el Gobierno debería haber empleado la riqueza generada por los hidrocarburos para mejorar la vida cotidiana de los ciudadanos, y confió en un «cambio radical» en el modo de gobernar insuflado por «sangre nueva».

En este contexto, partidos de la oposición y organizaciones sociales han convocado para hoy manifestaciones que se esperan masivas y los llamamientos a acudir realizados a través de las redes sociales se han multiplicado ante las eventuales prohibiciones. La marcha de Argel, convocada por la CNDC, ya ha sido oficialmente prohibida. 30.000 agentes serán destinados a controlar las protestas, 20.000 de ellos la de Argel, según medios locales.

Mientras tanto, la desesperación ha multiplicado los intentos de quemarse a lo bonzo. Desde mediados de enero se han registrado más de 25 casos, los dos últimos -uno de ellos un adolescente- se conocieron el jueves.

Marruecos

A salvo del contagio revolucionario se encuentra por el momento Marruecos, donde las protestas han sido aún más esporádicas y menores pero se ha seguido muy de cerca lo que ocurría en Túnez y Egipto. Desde que estallaran esas revueltas, son más las voces que demandan a Marruecos reformas -en el caso de Europa destinadas a erradicar la pobreza y las enormes desigualdades-, aunque sin cuestionar a la monarquía alauí, algo que ni siquiera plantean los islamistas. Desde quienes reclaman una necesaria reforma constitucional que dote al país de instituciones más modernas y limite los poderes de la monarquía hasta quienes, como el movimiento islamista Justicia y Caridad -no reconocido, pero tolerado- exigen un «cambio democrático urgente».

La sociedad marroquí no es inmune a lo que sucede a su alrededor y, como en otros países del entorno, jóvenes han puesto marcha recientemente un movimiento en Facebook para apoyar las movilizaciones pacíficas convocadas para el 29 de febrero, e impulsar un creciente debate en torno a los cambios.

Muchas voces afirman que Marruecos no será probablemente una excepción en el conflicto actual, pero las autoridades insisten en que su país hace tiempo que se comprometió con «un proceso democrático irreversible».

Al margen de sus particularidades, Marruecos tiene puntos en común con Túnez, constata el economista Najib Akesbi a AFP: «una población joven largamente desocupada, con problemas de formación y de empleo y sin perspectiva de futuro con un horizonte político bastante duro».

Jordania

Después de algunas tímidas iniciativas adoptadas por el rey Abdalah II, las protestas en Jordania han dado un giro estos últimos días con la crítica directa y sin precedentes contra la reina Rania, a la que las grandes tribus jordanas, pilares del régimen, acusan de «corrupción». Así, 36 personalidades pertenecientes a las tribus más importante han instado en un comunicado al monarca a que «ordene la recuparación por el Tesoro de las tierras y fincas registradas a nombre de la familia Yassine (familia de la reina) porque son propiedad del pueblo jordano». Una acción que rompe un tabú en un país donde la crítica a la familia real se castiga con tres años de prisión.

Un cierto aire transformador sopla también en Jordania, a la que se considera inmersa «en una crisis de poder» que podría desembocar tarde o temprano en un levantamiento popular semejante a los de Túnez y Egipto, por eso las principales tribus exigen que «se juzgue a los funcionarios corruptos que han saqueado el país, sean quienes sean y cualquiera que sea su cargo y su importancia».

Imputan a Rania, censurada a menudo por su estilo de vida e injerencia en asuntos de política local, haber establecido «centros de poder en favor de sus propios intereses y que van en contra de los intereses de los jordanos, además de ser una amenaza para la nación, la estructura del Estado y la institución de la monarquía».

Dicen los analistas que las revueltas que recorren Oriente Medio han dado valor a los jordanos para decir públicamente lo que desde hace tiempo susurraban y el miedo, tan común entre los pueblos árabes sometidos a regímenes autoritarios, ha cambiado de bando y ahora acosa a sus líderes.

Golfo Pérsico

La ola ha golpeado también al Golfo Pérsico, donde figuras de la sociedad civil han instado a las monarquías absolutistas de la región a promover la democracia y la libertad de expresión a las que aspiran sus pueblos, a exarcelar a los presos políticos y a dotar de una Constitución a sus respectivos países, al tiempo que han advertido contra la represión de las protestas.

El Foro de la Sociedad Civil del Golfo, que reúne a intelectuales, académicos y activistas de derechos humanos de las monarquías de Arabia Saudí, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar, asegura que los pueblos de la región quieren que sus países se sumen a los que favorecen las libertades, el respeto de la ley y las normas civiles y democrá- ticas que forman parte de los derechos básicos de los pueblos». La mayor parte de los países del Golfo carece de Constitución y sólo Kuwait y Barhein han elegido un Parlamento con competencias legislativas.

El Foro social mundial llama a la movilización en todo el mundo por Túnez, Egipto, Palestina y Sahara

La Asamblea de Movimientos Sociales del Foro Social Mundial ha convocado para el 20 de marzo movilizaciones en todo el mundo en solidaridad con las revueltas de Túnez y Egipto, con los palestinos y con los saharauis.

«Afirmamos nuestro apoyo y solidaridad activa a los pueblos de Túnez y Egipto y del mundo árabe que se levantan hoy para reivindicar una real democracia y construir poder popular. Con sus luchas, muestran el camino a otro mundo, libre de opresión y de explotación», afirma la Asamblea. Por eso, pretende que el 20 de marzo sea un día mundial de solidaridad con el levantamiento del pueblo árabe y africano, que en sus conquistas contribuye a las luchas de todos los pueblos: «la resistencia de los pueblos palestino y saharaui».

El comunicado final del Foro que concluyó ayer aboga por la «descolonización de los pueblos oprimidos», el respeto por la Madre Tierra, la defensa de la soberanía alimentaria y los derechos de la mujer. GARA

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