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«Beaumarchais» transforma el backstage del teatro arriaga

El Teatro Arriaga viaja todos los días hasta el siglo XVIII con «Beaumarchais», una obra con treinta actores y 68 personajes que cuenta con el vestuario de la oscarizada Franca Squarciapino. Los vertiginosos cambios de trajes y pelucas han obligado al teatro bilbaino a improvisar unos camerinos de transformación tras el escenario.

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Ane ARRUTI

Sacha Guitry (1885-1957) retrató la vida del dramaturgo francés del siglo XVIII Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais -autor de «El barbero de Sevilla» y «Las bodas de Fígaro»- en una obra que, por primera vez, llevan a escena en coproducción el Teatro Arriaga y el Teatro Español, y con Josep María Flotats dirigiendo e interpretando el papel principal. En la obra aparecen hasta 68 personajes, interpretados por treinta actores, y caracterizados, cómo no, acordes con la época. Del vestuario se ha encargado Franca Squarciapino, ganadora de un Óscar por la película «Cyrano de Bergerac» en 1990. La mayoría de los trajes han sido diseñados y realizados exclusivamente para la obra, con cifras que pueden llegar hasta los 18.000 euros por modelo.

Pero todo ello hay que llevarlo a escena y, para eso, el Arriaga ha tenido que reorganizar todo el backstage. «El problema que nos surgía es que en este teatro los camerinos están repartidos en tres pisos, y los actores no tenían tiempo para llegar hasta el final. Por ello, ideamos poner aquí un set de vestuario, porque muchas veces sólo tienen un minuto o dos para cambiarse», explicó ayer Óscar Armendáriz, jefe de sastrería del teatro Arriaga. «No es la primera vez que montamos estos camerinos de transformación, pero nunca había sido tanta envergadura la de los cambios rápidos que se hacían en el escenario».

En cada función realizan cerca de cien cambios, todo ello casi a oscuras por no poder iluminar la parte trasera del escenario y, ayudando a los actores, trabajan cinco personas del teatro, más otras dos de la compañía. El que más cambios tiene es Flotats, el protagonista, que cuenta con una persona exclusivamente para él. «Además hay muchos cambios que se hacen a los hombros del escenario. Vamos con el traje, le quitamos lo que tiene, se le pone otro...», añadió. «Es muy estresante porque todo es muy rápido, pero los actores tienen que estar tranquilos y buscas ese punto intermedio para no estresar a ellos».

86 trajes y 65 pelucas a medida

A lo largo de cada representación, los treinta actores utilizan 86 trajes compuestos por corsés, faldas, sobrefaldas... en el caso de las mujeres y con calzas, pantalones de bragueta cuadrada, chaqueta... en el de los hombres. «No son nada fáciles de atar», confesó Armendáriz.

Otro de los elementos indispensables son las pelucas, que han sido realizadas a medida para cada actor. Están hechas con pelo de yak, un buey procedente del Tibet. Todos los días, tres peluqueras trabajan de 9.30 a 15.30 para ponerlas a punto. «Las reacemos todas todos los días. Las deshacemos, las mojamos y volvemos a hacer el peinado», explicó Susana Gosálvez, responsable de peluquería del Teatro Español. A las 17.00, ella y otras cuatro peluqueras vuelven para asistir a los actores en todos los cambios.

Desde el pasado 4 de febrero que se estrenó la obra, solamente descansaron el lunes. Hoy volverán a escena a las 20.00, y mañana lo harán por última vez a las 19.00.

 

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