Gloria REKARTE presa ohia
Estrechando lazos
Yo me los imagino como días agitados, de actividad febril. De caras largas. De encuentros y citas, comidas y cenas y algún café. De estrechar manos, palmear hombros, recordar favores dados y pagos pendientes. De invocar lealtades y estimular voluntades con futuras recompensas si se avienen, o revelándose conocedores de secretos e intimidades que pudieran dejar de serlo si no. Porque la cosa no sólo está mal, sino que, pase lo que pase, ya nunca estará bien y sólo mantener ilegalizada a la izquierda abertzale les permitiría la esperanza de que no todo-todo esté perdido. Saben de todos modos que ya han perdido mucho, porque ni aun consiguiendo la ilegalización por la que apuestan, el viciado hacer político español podrá mantenerse como hasta el momento.
De cara al micrófono y sin nada mejor ni más novedoso que aportar, se aferran a la condena, el ancla del inmovilismo. Ahora ya no exigen una condena al uso, sino una pormenorizada condena: la de todo lo ocurrido en cuarenta años. Nunca falta un desaprensivo que les ponga en el brete: «Pero el PP no ha condenado el franquismo», le recordaron a Arantza Quiroga, que pugnó por mantener sin tensiones la sonrisa y, sin dejar que su interlocutor terminara de hablar -cortar el mal de raíz es importante-, resolvió el entuerto con el dónde vas manzanas traigo de los demócratas franquistas: «El problema es ETA». El problema ya no es ETA, pero cómo admitirlo, cómo admitir que el problema es la inquietante, la angustiosa posibilidad de que miles de ciudadanos vascos acudan libremente a las urnas. No sólo urge, pues, mover todos los hilos y estrechar todos los lazos, sino ceñirlos al cuello del interpelado si se hiciera menester.