Italia ante el final de Berlusconi
Una extraña vuelta de la rueda del destino hará que Silvio Berlusconi sea juzgado por un tribunal compuesto por tres mujeres. El hombre que desde el principio de su carrera política ha exhibido hábitos y actitudes sexistas, que ha denigrado a las mujeres subordinándolas a un rol decorativo, se sentará frente a tres de ellas acusado de prostitución de menores y abuso de poder. Y lo juzgarán después de que cientos de miles de mujeres -y de hombres- se manifestaran contra Berlusconi y reivindicaran su condición de mujeres que no están ni a su merced ni a su disposición.
No son pocos los que piensan que Berlusconi ha demostrado talento para entender e interpretar las partes más vulnerables del carácter italiano y modelarlas a su imagen y semejanza a través de su imperio mediático. Tampoco faltan quienes culpan al pueblo italiano por dormirse y no reaccionar ante el régimen instalado por el magnate. El hecho de que Italia esté gobernada por el hombre más rico del país y el mayor propietario de medios de comunicación, que tiene capacidad para controlar la información y reescribir las leyes para su propio beneficio, sólo puede entenderse desde ese poder inmenso e incontestable, desde esa eficiente maquinaria de propaganda que ha transformado Italia. Un país que está siendo testigo de un enorme experimento social. Que es un laboratorio político para un régimen basado en el control de los medios. Un ejemplo que puede convertirse en modelo y reproducirse mañana en cualquier otro país.
Derrocar el berlusconismo requiere de una narrativa popular alternativa, con liderazgo y un programa político creíble. Que interprete los deseos del pueblo italiano, que es bastante más elevado que lo que el vulgar primer ministro representa. Es el momento de una izquierda italiana rejuvenecida, liberada de luchas internas fraticidas y con una promesa de cambio ilusionante. La historia ha abierto ya las ventanas de las oportunidades. Y, como el faraón Mubarak, el césar Berlusconi terminará cayendo.