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«No quiero pensar en premios; sólo deseo contar lo que llevo dentro»

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María Reyes ARIAS
DIRECTORA DE CINE, ACTRIZ Y GUIONISTA

María Reyes Arias (Ordizia, 1968), recibió el Goya al Mejor Cortometraje de Ficción por «Una caja de botones». Sin embargo, su trabajo se remonta a mucho tiempo atrás. Ha interpretado papeles para la televisión, el cine y el teatro, una faceta que compagina con la de guionista. Tenía sobre la mesa muchas historias para desarrollar y, a juzgar por el éxito, llevó a la pantalla la más adecuada.

Oihane LARRETXEA | DONOSTIA

Protagonizó el momento más emotivo de la última gala de los Goya. Sobre el escenario, y con el premio entre las manos, María Reyes Arias apenas consiguió hablar, y justo justo pudo tenerse en pie. Lo poco que logró pronunciar fueron palabras de agradecimiento hacia su padre, la persona que desde pequeña la envolvió con historias familiares. También recordó a su Goierri natal, al que le dedicó un bertso que, entrecortado por la emoción, no terminó de cantar. El paisaje de su comarca está lleno de recuerdos y colores que la inspiran para ahora, contar sus propias historias.

¿Alguna vez le ha sonado el teléfono móvil tanto como ahora?

¡Desde luego que no! Después de recoger el premio, tienes que pasar por un photocall para que te hagan las fotos correspondientes. Cuando volví de nuevo a mi butaca miré el móvil por inercia y vi que tenía alrededor de cincuenta llamadas y mensajes. Cerré el teléfono, lo metí en el bolso y me dije `mañana será otro día'.

Esa noche no pude dormir nada, la emoción no me dejó pegar ojo.

Y, sobre el escenario, se acordó de Goierri.

Es que para mí Goierri es donde yo viví mis primeros años, los más importantes, porque es entonces cuando aprendes lo que es la vida y empiezas a saber el significado de las cosas.

De hecho, la panadera que sale en el corto es Asun, la panadera a quien yo le compraba el pan y en el corto se llama Asun; no podía ser de otra manera. Es como un homenaje a mucha gente, y es que Goierri es mi punto de referencia en cuanto a valores, el amor por la tierra, los olores, los sabores... Recuerdo que grabamos en Medina del Campo (Valladolid) y yo decía constantemente: `No, no, las calles tienen que estar mojadas', porque es ésa la imagen que tengo de mi pueblo.

¿Cómo se gestó «Una caja de botones»?

A Juan Vicente Córdoba, al productor, le conozco porque he sido co-guionista en las películas que ha dirigido. En ese momento, él estaba haciendo un documental, y pensé que era el momento de escribir algo yo sola. Tenía varias historias para desarrollar y me puse a ello. Lo realmente difícil, sin embargo, era encontrar productor; llamaba a una puerta tras otra sin obtener resultados.

Él leyó varias de las historias y me dijo: `Es imposible, te produzco yo'. Pensando cúal sería la más idónea para contar, elegimos «Una caja de botones» por esa parte de fantasía que tiene.

El padre le cuenta a su hija la verdad sobre los Reyes Magos porque no puede regalarle lo que ella pide. Es la pérdida de la inocencia, algo por lo que todo el mundo pasamos.

Habla de varias cosas, entre ellas la pérdida de la inocencia. Podría haber elegido otro momento para trasladar el mensaje, pero elegí los Reyes Magos porque podía dar mucho juego y porque, antes o después, todos lo hemos vivido.

Hay un tema añadido, y es que la Navidad a mi padre le encantaba. Él era el que compraba el turrón, el que ponía el árbol, el que elegía el menú...lo hacía todo. Nos lo hizo vivir de manera especial. ¡Me acuerdo incluso del color de la mesa donde el aita cortaba el turrón!

Por otro lado, quería reflejar el papel del padre cuando ha de contarle la verdad. Los padres sufren cuando un niño lo descubre todo, pero no se puede hacer nada para evitarlo.

Sara Mantxola, la niña protagonista, también es guipuzcoana.

Sara fue un regalo. Aitor, su padre, era el director de fotografía del corto y tenía el guión en casa. Lo leyó por casualidad y no paró hasta convencer a su padre de que quería hacer el cásting. Tiene un don especial. Aún es muy jovencita, pero creo que Sara dará qué hablar.

Un reconocimiento tan importante es un impulso en su carrera pero, ¿puede ejercer como una pequeña presión?

Yo no escribí esta historia para recibir nada, mi meta no era ésa. Sólo tenía la necesidad de contarla. ¿Qué toca ahora? Relajarme y seguir escribiendo. No quiero pensar en premios.

 
«Mis padres eran contadores de historias»

Dice que su mayor ilusión hubiera sido que su padre hubiese podido ver cómo recibía el premio. ¿Estaba relacionado con el cine?

Mi padre, también mi madre, son amantes del arte. Él era músico, lo que pasa que le tocó vivir una época dura y tuvo que trabajar, como la mayoría de la gente del Goierri, en CAF. Pero él hacía música hasta con una caja; era impresionante. Y mi madre...mi madre cantaba de maravilla. Pero es que además de artistas, eran contadores de historias. En mi casa, después de la cena, nos contaban historias de su vida, y eso nos encantaba porque todo aquello nos parecía un cuento. Creo que de ahí me nació el deseo de contar mis propios relatos.

¿Le pedía consejo a su padre?

Me ayudaba, él lo visualizaba enseguida, practicábamos como si fuéramos actores. Recuerdo que estaba escribiendo un texto sobre maltratos, y había una escena que, nada más leerla me dijo: `Esto no funciona'.

¿Le habría gustado verle?

Una de sus mayores ilusiones era que algún día mis historias tuvieran un reconocimiento. Le prometí que seguiría trabajando. O. L.

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