CRíTICA cine

«Sin retorno»

Mikel INSAUSTI

Para empezar quiero llamar una vez más la atención sobre la profesionalidad de Bárbara Goenaga, que borda el acento argentino y consigue no desubicarse dentro de un reparto con lo mejorcito de aquel país, ya que el trío estelar lo componen Leonardo Sbaraglia, Martín Slipak y Federico Luppi. Lo fácil habría sido recurrir al doblaje, pero el detalle de preservar su auténtica voz importa mucho en una película realista que no admite artificios. Y a favor de “Sin retorno”, ganadora de la Espiga de Oro y otros dos premios más en la Seminci, he de decir que es una de las crónicas más certeras de los intereses cruzados que definen la crisis colectiva que sufre la sociedad actual. Los síntomas de la gravedad de tan negativa coyuntura podemos encontrarlos a diario en las páginas de sucesos, y el debutante Miguel Cohan ha sabido desentrañar el drama humano a varias bandas que se esconde detrás de esas noticias que, por repetidas, ya no nos impresionan ni conmueven.

En un tiempo en que el cine no busca remover conciencias, al joven Cohan no se le caen los anillos por preocuparse por la trascendencia social de un accidente de tráfico de los que engrosan las estadísticas en Argentina. El espectador, sea cual sea su condición, se siente interpelado al verla. Es así debido a que nadie se libra de su parte de responsabilidad, de su implicación en unos hechos de dominio público. Al falso culpable, que no fue el causante del atropello, la injusta condena carcelaria le convierte en un ser vengativo y lleno de odio. El verdadero homicida es un hijo de familia burguesa al que sus padres protegen de cualquier consecuencia penal y, aunque se libra del castigo, los remordimientos le perseguirán hasta el final. Y, por último, el padre de la víctima sólo busca aplacar su dolor, para lo que se lanza a una campaña mediática irracional y obsesiva que exige que ruede una cabeza, aún a riesgo de precipitarse y equivocarse en su particular caza al asesino.