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Raimundo Fitero

Tirabuzones

La televisión es una especie de bucle melancólico y desmemoriado. Llega el 23F y todos sacan el disfraz democrático y anti golpista. No indaguemos demasiado. Garzón se pasea por las cadenas de radio ofreciendo su cara más comedida. Se le nota con nerviosismo. Ve que le están aplicando una parte minúscula de las doctrinas por él mismo implantadas, y se da cuenta de que su carrera como justiciero moldeable a las circunstancias políticas de cada momento puede estar a punto de terminar. Es un juez escopetero que está dando el petardazo. Huele a juguete roto, a museo de cera de los jueces al servicio del poder instituido por encima de leyes y precauciones jurídicas. Un desastre con patas, que ahora se hace la víctima. Insistimos, se lo están fulminando sus compañeros de profesión. Y eso hay que tenerlo en cuenta.

Pero el bucle llega porque sigue «Cine de Barrio», ahora con Concha Velasco, con sus kilos florecientes, encantada de hallarse en un lugar apropiado, y de repente consigue el programa que languidecía con Carmen Sevilla un rebote de audiencia, hasta cuotas para estudiar. Las audiencias de ciertos programas en ciertas franjas horarias, ¿ven constantemente las mismas películas? He visto el deterioro de un familiar que en sus muestras de la demencia senil, se pasaba enganchado todo el día a un canal que repite y repite películas de la mitad del siglo pasado, casi todas de producción española. Un síntoma que en TVE han alimentado desde hace muchos años, y que la mantiene con éxito creciente. Es una especie de tirabuzón histórico, y Concha Velasco asume su estatus generacional, el enlace con ese pasado, por lo que asume su edad, sin complejos, y en ello se engrandece.

Justo en la semana en la que una de esas actrices de raza, venida como Velasco de la revista, del teatro, que logró en el cine de aquellos tiempos oscuros y en la televisión en blanco y negro una popularidad imborrable, Florinda Chico, moría con ochenta y cuatro años. Junto a Rafaela Aparicio formaron una pareja de «chachas», televisivas que engarzaban con una arquetipo de mujer que el teatro clásico español, especialmente en la comedia, llevó a categoría de imprescindible.

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