Las cajas de ahorro son continua actualidad, y no precisamente por sus obras sociales, sino por su orientación y funcionamiento más propio de los bancos. El Gobernador del Banco de España anunciaba ayer, en su lógica privatizadora, que no habrá límites a la inversión de los extranjeros en las cajas que necesiten financiación. Por otro lado, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa el debate de la bancarización de las cajas, que supondría la pérdida del control ciudadano de las mismas, se cruza con el de la fusión. Dicho debate ha abandonado lo razonable, como sería una fusión al servicio de todos los ciudadanos avanzando hacia la creación de un sector financiero público vasco, para trasladarse a la mera voluntad de control, de poder. Sin embargo, en ese debate reconvertido en disputa entre PNV por un lado y PSE y PP por otro, no hay diferencia de criterios acerca del modelo de eficacia social, porque sencillamente esa eficacia es algo a lo que ninguno de los contendientes aspira. En ese contexto, no extraña que BBK tenga intención de pedir en la Asamblea General Ordinaria del 11 de marzo autorización para que la dirección de la entidad tenga la posibilidad de privatizar la obra social. El orden del día no recoge esas palabras, pero tras el decreto del Gobierno de Gasteiz al que se refiere es exactamente lo que se oculta. No es ninguna novedad, pues se trata de algo que ya ha hecho Kutxa.