«`Chico y Rita' es una crónica de amores imposibles, como las letras de los boleros»
Diseñador y dibujante
Javier Mariscal (Valencia, 1950) es un prestigioso diseñador que ha alternado el diseño industrial con su faceta de dibujante de cómics. Además, ha experimentado y desarrollado diversos trabajos dentro del campo de la escultura, el diseño gráfico y el interiorismo. En el año 1989, Cobi fue elegido como mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. «Chico y Rita» es su primera experiencia en el largometraje de animación.
Koldo LANDALUZE | DONOSTIA
Una panorámica aérea de La Habana invita al espectador a adentrarse en la crónica musical y sentimental que da sentido a «Chico y Rita». Un anciano limpiabotas recorre la fisonomía de una ciudad inundada de luz y gentes. En la soledad de su hogar, el anciano enciende un puro y sintoniza la radio. Reconoce el bolero «Rita» porque él lo compuso hace mucho tiempo. En ese instante, el espectador se adentra en un viaje al pasado sacudido de amor, movimiento, música y los ojos felinos de Rita que gobiernan toda la pantalla. Fernando Trueba y Javier Mariscal han sido los creadores de esta película-homenaje que transita por los caminos de la fusión musical que, en los años 40 y 50 compartieron el bolero y el jazz.
Coincidiendo con el estreno de «Chico y Rita», el diseñador Javier Mariscal ha visitado Donostia para ultimar los detalles de una futura exposición que se celebrará en el Kursaal durante el mes de setiembre. Este polifacético creador nos desvela las entrañas de un proyecto cinematográfico rodado mediante técnicas de animación en las que se citan lo artesanal y las técnicas infográficas. El resultado es un proyecto-homenaje salpicado de música y emociones.
El diseñador llega a la cita satisfecho después de haber disfrutado de una comida donostiarra. «¡Qué bien se come aquí!» es lo primero que dice mientras enciende un cigarro. Entre bocanadas de humo señala el cielo: «Es increible. ¿Te has fijado qué luz tan maravillosa se filtra entre las nubes?». Mariscal subvierte la entrevista, le gusta cortar una respuesta y retomar un tema diferente. Está entusiasmado con el resultado de «Chico y Rita».
¿Un sueño cumplido?
Podría decirse que es la puesta en imagen de un sueño cumplido. Un duro y largo sueño que se ha prolongado durante seis años. He disfrutado y he sufrido mucho dando forma a un proyecto fantástico y en el que ha quedado evidente la plena complicidad que he compartido con Fernando Trueba a la hora de dotar de movimiento la música y los colores que tenía en mente.
¿Cómo se inició este sueño?
Musicalmente. Mi relación con Trueba viene de lejos, cuando dirigió en el año 2000 «Calle 54» y me encargó el grafismo de aquella película sobre jazz latino. Ambos compartimos gustos musicales, nos gusta el bolero, el jazz, la fusión derivada de los ritmos africanos y la grandes bandas estadounidenses. Gato Barbieri, Chucho y Bebo Valdés, Paquito D´Rivera... aportan luz y color con su música. Pero no es cierto que sólo nos guste este tipo de ritmos, lo que ocurre es que toda la historia comenzó así, con una canción de Compay Segundo. Mi hermano Tono Errando, que es el tercer director de «Chico y Rita», dirigió un videoclip de Compay Segundo que incluía una animación en la que se mostraban unos fondos habaneros que yo había dibujado. A Fernando le gustaron mucho aquellas imágenes de La Habana y se convirtió en la excusa perfecta para que nos reuniéramos y cobrara forma el primer boceto de «Chico y Rita». La Habana como escenario y multitud de música habitándola. De inmediato cobraron vida los protagonistas: un pianista y una cantante. Una crónica de amores imposibles, como los que inspiran las letras de los boleros. La época en la que transcurre esta historia debía ser los años 40, un tempo musical de chachachá y mambo... la percusión cubana comienza a seducir a los músicos de jazz estadounidenses.
Inevitable enlace entre La Habana y Nueva York. En su película la capital cubana está inundada de amarillos, naranjas: luz y color. Mientras que la llegada de Chico a Nueva York está rodeada de tonos grises.
Quise que el contraste fuera así de brutal. La luminosidad de La Habana en contraposición al cielo encapotado de Nueva York. El cielo norteamericano se asemeja a un cielo espacioso y repleto de nubes que parecen estar a punto de explosionar. El calor y el frío. El sol y la nieve. Fíjate (Mariscal señala hacia el exterior del local en el que estamos realizando la entrevista y señala el cielo que cubre Donostia), es como este cielo que tenéis aquí ahora. La luz que se está colando entre las nubes es fantástica, muy evocadora. Donostia también me recuerda a La Habana, es fantástica. (Mariscal ensancha sus brazos, captando el perfil de la bahía de la Concha).
Es una ciudad abierta al mar.
Exacto. Este paseo donostiarra me recuerda mucho al Malecón de La Habana y como tú dices, es una ciudad abierta al mar, parece que está recibiendo al visitante con los brazos extendidos. Da la sensación -ríe- de que en este mismo escenario de Donostia se citan la fisonomía de La Habana y el cielo de Nueva York.
En «Chico y Rita» planea la sombra e inspiración de Bebo Valdés.
La película es un homenaje al cine clásico de los años 40. Pero, es cierto, el motor inspirador del proyecto es la figura de Bebo. Su vida y obra está en el germen de la historia. Sus composiciones coquetean con las de Nat King Cole, Charlie Parker, Dizzy Gillespie... Cuando Fernando convenció a Bebo de que abandonara Estocolmo y se viniera a Málaga para ver un pase previo de la película, se emocionó. Lloraba. Dijo que era el mejor homenaje que le habían tributado nunca. En ese pase también estaba Estrella Morente que hace una «aparición» animada junto a Chico. Pero la película es, además, un homenaje a todos los músicos cubanos de la década de los años 40 y 50.
No ha debido resultar un proyecto nada fácil.
Hoy en día resulta muy difícil llevar a cabo un proyecto de estas características. Su presupuesto ronda los 10 millones de euros. Fernando se encargó de rodar en Cuba con personajes reales, pero ello no quiere decir que mis dibujos «copiaran» esos moldes reales, simplemente servían de inspiración. Yo no quería copiar, quería servirme de esas imágenes para jugar con ellas, dotarlas de mayor movimiento, jugar con la escenografía y los personajes; es el vuelo de la falda de Rita cada vez que se contornea. Creo que he dibujado miles de kilómetros de ciudades, sonidos, personajes...
Antes de su estreno comercial, «Chico y Rita» tuvo un periplo por diversos festivales en el extranjero.
Sí, fue fantástico. Cuando la estrenamos en Cuba, en el Cine Yara y ante 800 espectadores, fue todo un éxito, y a pesar de que fue una proyección un poco accidentada ya que había momentos en los que el sonido se perdía. En «Granma» y «Juventud Rebelde» se publicaron críticas muy positivas. Yo estaba muy nervioso, pensaba: «¡Qué dirán los cubanos; dos gallegos haciendo una película sobre Cuba!». Días después, la película se proyectó en la semana de Cine Español de Nueva York que se celebra en el Lincoln Center. A ese pase acudieron [los músicos] Paquito D´Rivera, Wynton Marsalis y David Byrne. El éxito se volvió a repetir pero, sin duda, una de las etapas más duras fue la proyección que se hizo en los estudios Pixar. Imagínate, ¡«Chico y Rita» siendo vista por esos genios de la animación! Alabaron nuestra «reinvención del cine de animación artesanal». Les gustó mucho la calidez que transmitían los personajes. Creo que la conclusión más interesante que extraje de esta experiencia fue la química que emana de una película que ha sido honesta y sincera con las emociones.
Mientras contemplaba a Chico recorriendo el Malecón de La Habana, imaginaba que, en cualquier momento, se iba a cruzar en su camino con Tintín y el Capitán Haddock. ¿El estilo que ha utilizado está emparentado con la línea clara de Hergé?
Es cierto (sonríe). Siempre me ha gustado el estilo de Hergé, carente de barroquismos. Su estilo claro y preciso a la hora de perfilar los personajes y la escenografía. Pero, te voy a confesar una cosa: me encanta Hergé, pero odio a Tintín. Es cierto que he leído todos sus cómics, pero no lo puedo soportar. Me gustan sus aventuras, cómo está realizado, pero Tintín -como personaje- no me gusta nada.
¿Qué técnica utilizó para elaborar los dibujos?
No me gusta dibujar con lápiz. Utilizo directamente el rotulador. Si veo que una escena o un personaje no me gusta, vuelvo a empezar. No me gusta borrar, cojo otro papel. Para recrear La Habana y Nueva York utilicé fotografías de la época. Tuve muy en cuenta el estilo gráfico de aquellos años en los que comenzaba a cobrar forma el diseño publicitario. Me gustó mucho que la historia también abordara los años 50 porque ello me permitió incluir elementos estéticos muy atractivos de esos años: vehículos, vestuario, interiorismo. Se redactó el guión en colaboración con el escritor Ignacio Martínez de Pisón, se plasmaron los primeros bocetos del storyboard y Fernando rodó en Cuba con actores y bailarines. Después yo utilicé esas imágenes para dibujar las escenas. Pero quiero que quede claro que no calqué la imagen real. En muchas partes se ha publicado que yo calqué y no es cierto, simplemente superpuse el dibujo y lo alteré utilizando mi estilo.
¿Cómo funcionó la colaboración entre Fernando Trueba y usted?
Fue una experiencia muy intensa y estimulante. Fernando es un genio a la hora de diseñar la escena. Su percepción, su manera de concebir los planos es muy interesante. Es un cinéfilo empedernido, sabe todo lo relacionado con el cine y la música. Al contrario que yo, es muy metódico en su trabajo. Desde el comienzo del proyecto, nuestros papeles respectivos quedaron muy bien definidos: él se encargaría de seleccionar la banda sonora y de que el tempo de la película fuera el apropiado y yo de intentar dotar de sentido visual a la historia. K. L.