Daniel Pastor, joven vizcaino detenido e incomunicado en dependencias de la Guardia Civil, fue hospitalizado ayer, al igual que anteriormente otras muchas personas en esas circunstancias. Una vez más los responsables de su integridad justificaron ese hecho por las supuestas autolesiones del joven. Estas hospitalizaciones de detenidos no por habituales resultan menos preocupantes, y esa preocupación se extiende al estado del resto de detenidos. Por enésima vez quienes se arrogan la facultad de repartir credenciales democráticas, al igual que la mayoría de medios de comunicación, lejos de exigir medidas que garanticen la integridad de todo detenido apoyan la versión oficial sin cuestionar ni siquiera el alto número de «autolesiones» de personas incomunicadas en dependencias policiales españolas; o el hecho de que el juez que ordenó las detenciones denegara el «habeas corpus» y esperase a esas «autolesiones» para ordenar el traslado de Pastor a la Audiencia para que prestara declaración y seguidamente enviarlo a prisión.

La doble hospitalización de Pastor desde que fuera detenido e incomunicado es consecuencia de la operación policial para la que instituciones, partidos y medios de comunicación pidieron el aplauso público. Aplauso que incluso pretenden prueba de sinceridad en el rechazo de la violencia y excusa para exigir la ilegalización de una fuerza política recién inscrita. ¿Alguien imagina qué dirían todos ellos si la izquierda abertzale ante un episodio de «kale borroka» atribuyera los ataques al divertimento juvenil o al gamberrismo? Sin duda, le asignarían altas dosis de cinismo. El cinismo que retrata a todos los participantes de la cadena que hace posible la tortura, desde las instancias judiciales responsables del respeto a todos los derechos de los detenidos hasta los medios que filtran supuestas declaraciones inculpatorias de los mismos mientras presentan como natural el hecho de que las hagan voluntariamente. Cinismo parapetado en la negación.