Zuhurraren poltsak bi zulo
Jon ORMAZABAL
Además de recurrentes para este tipo de textos, los refranes suelen tener mucha sabiduría detrás y el del titular de esta pieza viene que ni pintado para describir lo que ha pasado estas últimas horas en las que todo el mundo ha salido perdiendo.
Pierde la plataforma televisiva que genera todo el embrollo -sin el primer cambio no se hubiera desencadenado todo lo demás-, pero sobre todo pierden los pelotaris, que vuelven a verse ninguneados, pierden los aficionados, que se quedan sin festival esta tarde, ni en vivo ni por televisión -sin olvidar a los que ya tenían sus entradas compradas-, y pierde la pelota, cuya credibilidad vuelve a quedar muy en entredicho.
Aceptando e incluso agradeciendo a la televisión su importancia en el presente y el futuro de este deporte, por lo menos en cuanto a la mano se refiere, lo que no puede ser es que sus intereses comerciales estén por encima de los de los verdaderos protagonistas de todo este invento, pelotaris y pelotazales.
En el caso de los deportistas, uno no puede recordar un deporte profesional en el que a unos profesionales les cambien la fecha y el escenario de un partido en el que se juega estar en semifinales sin una razón de fuerza mayor, con todo lo que ello conlleva en su preparción.
Pero llueve sobre mojado y en muy pocos meses se acumulan los atropellos como la patochada de los tiempos muertos en el Cuatro y Medio, el 22-0 que se tragó Olazabal en el Promoción por lesión de su pareja, o esta última. La afluencia a los frontones ha bajado alarmantemente y uno se acuerda de la fábula de gallina de los huevos de oro.